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Sin dudar ante la atrocidad de la acción que cometía y disculpándose, acaso, en el fondo, por la necedad misma de aquellas epístolas, Clementina cogió las cartas y las colocó muy á la vista en el cofrecillo, encima de todos los objetos cuidadosamente arreglados por Herminia. Después cerró la caja y quitando la llave, descendió al salón.

Y así aquel día, añadiendo la ración del trabajo de mis manos, o de mis uñas por mejor decir, acabamos de comer; aunque yo nunca empezaba. Y luego me vino otro sobresalto, que fué verle andar solícito quitando clavos de las paredes y buscando tablillas, con las cuales clavó y cerró todos los agujeros de la vieja arca.

¡Dios mío, qué cara has puesto!... Espera; para que sufras más voy a mostrarte tu sustituto. Y, quitando el medallón del cuello, se lo presentó. Tenía la efigie de Jesús coronado de espinas. Ricardo sonrió entre satisfecho y molesto. Ahora, bésalo. El joven obedeció al punto posando los labios sobre la imagen del Señor y un poco también sobre los dedos rosados que la apretaban.

Ni se puede hallar cosa mas á propósito para formar con presteza los techos de las casas, pues en quitando la copa, y cortando el tronco por el pié, ya no hay mas que hacer para aplicarlo á la obra. Estos palmares son frecuentes desde el Xexuí hasta los campos de Xerez. Y como los troncos estan muy limpios, andan los indios á caballo por medio de los palmares, sin embarazo alguno.

Cuando nos falta el primero, somos malos; cuando el segundo, somos desgraciados. El resultado doloroso, es pena, si nuestra voluntad ha infringido á sabiendas el órden; cuando , es simplemente desdicha. He necesitado de la idea de Dios, es cierto; porque no concibo órden moral, en quitando á Dios del mundo.

Ocuparon los caminos para impedir la internacion de víveres, quitando la vida á los conductores, y aprovechándose de cuanto conducian: de suerte que aquellos vecinos se vieron reducidos á sufrir las mayores necesidades.

Y no es menos seguro que el cristianismo español, tal como fue introducido en América por los conquistadores, contenía más elementos diabólicos que divinos, más miedo que amor, más mal que bien, quitando a los hombres toda confianza en mismos y haciéndolos esclavos del terror.

Renováronse con esto las voces de los presentes y las alabanzas del extranjero; el cual en la carrera, en la esgrima, en la lucha, en la barra y en el tirar de la ballesta, y entre otras muchas pruebas que no cuento, con grandísimas ventajas se llevó los primeros premios, quitando el trabajo a sus compañeros de probarse en ellas.

Creía contribuir a la revolución futura formando hombres, y al despertar de su ensueño se encontraba con criminales vulgares. ¡Qué espantosa decepción! Sus ideas sólo habían servido para destruir. Quitando a aquellos cerebros soñolientos los prejuicios de la ignorancia, las supersticiones del siervo, sólo había conseguido hacerlos audaces para el mal.

Lo mismo dice el Apóstol de la predicación del Evangelio, que a unos es olor vital, a otros olor mortal. ¿Sería luego buena prudencia quitarlo del mundo, quitando a los buenos el único medio por donde se han de salvar, por quitar la ocasión de hacerse peores a los que se pierdan, y de suyo están ya señalados para perdición?