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Una tarde, el Zapaterín quedó solo en un pueblo de Extremadura. Para mayor asombro del público rústico que aplaudía a los famosos toreros «venidos adrede de Sevilla», los dos muchachos quisieron clavar banderillas a un toro bravucón y viejo.

Constituían la única verdadera diversión de las dos muchachas huérfanas las cortas temporadas que pasaban en Buenos-Aires, en las casas de sus parientes. Pero nunca quisieron, especialmente Laura, prolongar esas ausencias, por no dejar largo tiempo solo a Adolfo. Laura no era bonita.

La mayor parte de los modernos, como de tropel, así como se dexaron llevar del sistema Cartesiano, quisieron tambien imitar su método de escribir.

Yo me doy a entender que ellos dijeron todo lo que quisieron, y que, sin miedo de perder el favor del amable soberano que los hospedaba y regalaba con generosa magnificencia, permítaseme lo familiar de la frase, se despacharon a su gusto.

Apagué la bujía, y de codos en la ventana me puse a contemplar el cielo. Era yo feliz, muy feliz. Mis labios quisieron pronunciar el nombre de Angelina, y sólo dijeron: ¡Matilde! La dulce niña de mi primer amor ocupaba todavía un lugar en mi corazón. Aquel recuerdo me llenó de tristeza.

Quedaron muertos de este alboroto, ó motin catoce Capitanes de los mas conocidos enemigos de Rocafort, y otra mucha gente de los aficionado, y criados de estos capitanes, que quisieron al principio resistir.

Victoriano Sardou nació en 1831, y sus primeros años se deslizaron bajo el bello cielo provenzal. Ya en París, sus padres quisieron dedicarle al profesorado; pero él empezó á estudiar medicina, atraído, más que por una verdadera curiosidad científica, por el aspecto trágico de las salas de disección. Bien pronto las exigencias de la vida le obligaron á abandonar los estudios.

Mucha gente acudió corriendo al teatro del suceso. Cecilia y Gonzalo, que vieron el movimiento, quisieron enterarse. Un amigo, conocedor de la verdad, les dijo que se trataba de una reyerta entre aldeanos, y procuró llevarlos más lejos todavía. Mientras tanto, el médico de un concejo inmediato, que allí estaba, fué avisado para que viniese a curar al herido.

Roger y los demas Capitanes considerando cuán dañosa les pudiera ser la detencion, si los soldados advirtieran el peligro de la jornada y camino que intentaban, con el gusto de la victoria pasada, quisieron que dentro de seis dias marchase el campo.

Al punto mandó el rey que traxeran á Zadig á su presencia, y que sacaran de la cárcel á sus dos amigos y la hermosa dama. Postróse el rostro por el suelo Zadig á las plantas del rey y la reyna; pidióles rendidamente perdon por los malos versos que habia compuesto, y habló con tal donayre, tino y agudeza, que los monarcas quisiéron volver á verle: volvió, y gustó mas.