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El príncipe protestaba de estas carreras, buenas para los prados natales, y sus recriminaciones establecían entre los dos un alejamiento hostil. «A ella no le chillaba ni su madre. Ya era mayor de edad para saber lo que debe hacerse...» Y tenía quince años.

Discutieron algunos minutos, cedió Sarto, envió un destacamento mandado por Berstein al palacio de Tarlein en busca del general Estrakenz, y el resto de la fuerza atacó furiosamente la gran puerta del castillo. Resistióles ésta unos quince minutos y cayó por fin, en el momento mismo en que Antonieta disparaba su revólver contra Ruperto.

Todo hombre que protesta contra el caciquismo o contra la carestía de la vida, es un ruso presunto. ¡Y pensar que yo he sido ruso, sin enterarme de ello, hace más de quince años!... Este nuevo concepto de la palabra ruso es lo que explica el proyecto del Sr.

El autor, cuyo nombre no había tenido tiempo de penetrar muy hondo en la memoria de la gente que lee, ocupaba con honor un puesto de mediano rango en la literatura política de quince años atrás. Ninguna publicación más reciente me había hecho saber que vivía y escribía aún.

Los quince mil francos de Alicia estaban en peligro. Aquel hombre no quería que la banca continuase. Si ganaba, desaparecía de golpe todo el capital puesto por Alicia; si perdía, se doblaba el dinero de ésta... Pero iba á ganar indudablemente. ¡Cuando un hombre de tan buena suerte se atrevía á hacer esto!... Quedó aterrado Spadoni al oir la voz del grande hombre.

Desde que nos habíamos conocido la primera vez, y durante todos los años transcurridos, siempre habíamos sido buenos amigos. Aun cuando Reginaldo era quince años mayor que ella, y yo trece, creo que a los dos nos consideraba como si hubiéramos sido sus hermanos mayores.

Aquella cadena de montañas, unas azulosas, otras brillantes por sus nieves, tenian uña majestad arrobadora que yo, con mi corazón de Colombiano, comprendía perfectamente y contemplaba con amor. Pero al pié veía la vasta ciudad, cuya cabeza es una inmensa roca y cuyas arterias son los dos hermosos rios, atravesados por quince ó diez y seis puentes, que son como las venas ligadoras.

Volvió el excusador a cantar otra letra y tornaron las mujerucas a responderle con el mismo estribillo: y así por varias veces. Terminado el canto, bajó D. José del púlpito y se hincó de rodillas ante el altar de San Rafael para pedirle que le inspirase el sermón que tenía escrito y aprendido hacía más de quince días. Reinó grave silencio en la iglesia.

Porque él, durante quince años, no ha tomado una medida administrativa para favorecer el comercio interior y la industria naciente de nuestras provincias; los pueblos se entregarán con ahinco a desenvolver sus medios de riqueza, sus vías de comunicación, y el nuevo Gobierno se consagrará a restablecer los correos y asegurar los caminos que la Naturaleza tiene abiertos por toda la extensión de la República.

Convinieron el precio y firmaron un documento. Pero el comprador no compraba por su cuenta, sino por cuenta de un señor a quien, quince días antes, le había oído decir que quería brea. Y este señor resultó ser precisamente mi amigo, el cual, siendo vendedor de propio, no pudo robarse gran cosa y sólo perdió la comisión.