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Aun así, la autoridad de Centenera ha sido de tanto peso para sus sucesores, que hasta han adoptado sus fábulas; y si por mucho tiempo se ha creido en las Sirenas, en los Carbunclos y en otras patrañas del mismo quilate, es porque él aseguró que los habia visto con sus propios ojos.

De modo que, por estas razones y por otras muchas que te pudiera decir para acreditar y fortalecer la opinión que tengo, deseo que Camila, mi esposa, pase por estas dificultades y se acrisole y quilate en el fuego de verse requerida y solicitada, y de quien tenga valor para poner en ella sus deseos; y si ella sale, como creo que saldrá, con la palma desta batalla, tendré yo por sin igual mi ventura; podré yo decir que está colmo el vacío de mis deseos; diré que me cupo en suerte la mujer fuerte, de quien el Sabio dice que ¿quién la hallará?

Vete a tu tierra en buen hora. ZARA. Déte el cielo mil vitorias, Caudillo de los cristianos. Vase ZARA. CABR. ¡Qué rotas tiene las manos! PÁEZ. Y ¡qué llenas de honra y glorias! Sale PERALTA, soldado. PER. Aquí, señor, está el moro Que viene por el rescate Del sargento. NARV. ¡Buen quilate Descubre esta vez el oro! No tengo un real, ¡por Dios!

Me debéis la voluntad... si yo he podido salvaros, ese poder no añade ni un quilate más á la voluntad; esa misma voluntad de salvaros la ha tenido doña Clara. Vos sois más hermosa... vuestro amor más ardiente. Ya que os amo, don Juan, no procuréis perder mi aprecio. ¡Vuestro aprecio! por cierto.

Aunque esto se le puso por delante A Alonso Ontiveros, no aprovecha A que deje de obrar cosa que espante, Pues no puede tenerse por bien hecha. Aqueste en el hablar era elegante, Mas no lo fué en hacer esta deshecha, Pues bien claro descubre en el remate El ser cualquiera cosa y su quilate.

El calor de las nuevas impresiones le hace hervir un instante, y luego gradualmente recobra la inmobilidad de la masa inerte. En él las cosas de quilate se sepultan, y solo sobrenadan cañas huecas y espumajos.

Y no le desprecio y le odio a él sólo, sino también al amor liviano que logró inspirarme. ¿Por qué me enamoré de él? ¿Por qué cedí tan pronto? Por vanidad de creerme amada; por ligereza; por deslumbrarme como una rústica lugareña de sus cortesanas elegancias. Apenas vale el amor que le tuve un quilate más que el amor que él fingía tenerme.