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Mandáronle ropas, y Juan Bou, a quien pidió un libro de entretenimiento, le envió Los Girondinos, de Lamartine, y un gran ramo de flores. Isidora leyó en el libro y deshojó las flores, dándose el gusto de pisotearlas. Le recordaban cosas muy desagradables la osadía y desparpajo de la canalla profanadora. Empezó el sumario.

El mismo tirano no puede menos de compadecerle, considerando el estado en que se halla la víctima de sus rigores, cuando hasta el Infante parece haber olvidado su regia alcurnia, y no oye á quien lo llama.

Ha habido quien me ha hecho entender que habiendo el conde vivido en intimidad con un culpable, no sería imposible que él llegase á serlo. Como es natural, he acogido esos absurdos con el desprecio que merecen; pero he interrogado á Sorege sobre su antiguo amigo y él, que es tan dueño de mismo, se ha turbado y ha parecido estar en un suplicio.

Y siguió adelante, pero con paso vago, como de quien no sabe á dónde va. ¡Eh, caballero! le dijo una voz de mujer al pasar junto á la puerta. Hábito llevo dijo don Francisco ; conque bien puedo responder aunque á pie me hallo. ¿Qué se os ocurre, señora? Mi señora os llama. ¿Y quién es vuestra señora? La señora condesa de Lemos. ¡Ah! pues sed mi estrella. ¡Qué! Que me guiéis. Seguidme.

En último resultado, la dije, ¿se niega usted a indicarme?... Nada ; la recogí. Ignoro quién era; pero debe ser hija de buenos padres: las ropas que la envolvían eran ricas; llevaba, además, un magnífico medallón guarnecido de brillantes, y entre la faja un papel que decía: «Está bautizada, y se llama...» he olvidado el nombre; el que tiene ahora se lo pusieron en la confirmación.

¡Fuerte, fuerte, hijos míos! ¡Echad vuestra alma por la boca! ¡Morir ahora con la maldición de Dios y la de su marido! ¿Quién iría a poner una flor sobre su tumba? ¿Quién no miraría con horror la tumba de una pérfida mujer, de una suicida? ¡María! ¡María! clamaba el coro angélico haciendo vibrar el aire con aquel grito anhelante.

19 ¿Quién [es] ciego, sino mi siervo? ¿Quién [tan] sordo, como mi mensajero, a quién envío? ¿Quién [es] ciego como el perfecto, y ciego como el siervo del SE

El cantor anda de pago en pago, «de tapera en galpón», cantando sus héroes de la pampa perseguidos por la justicia, los llantos de la viuda a quien los indios robaron sus hijos en un malón reciente, la derrota y la muerte del valiente Rauch, la catástrofe de Facundo Quiroga y la suerte que cupo a Santos Pérez.

Frecuentan este sitio personas que vienen á pagar con el oro del rey el frenesí oratorio que enloquece al pueblo. ¡Quién! ¡Quién! ¿Quién de nosotros continuó el orador no conoce al llamado Coletilla? Es un realista fanático, un malvado agente de la casa grande. ¿No le conocéis? Este hombre es una culebra que se desliza entre nosotros para corromper á los oradores jóvenes.

En suma, esta conversación siguió largo rato, y yo tengo notas y apuntes que me ha suministrado D. Juan Fresco y que me harían muy fácil referirla con todos sus pormenores; pero, como mi historia tiene que ir en un ALMANAQUE sin excitar a nadie a que los haga, y no puede extenderse mucho, sino ser a modo de breve compendio, me limitaré a lo más esencial, deslizándome algunas veces, con rapidez y como quien patina, en aquellos pasajes que más se presten a ello por lo resbaladizos.