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¿De manera que usted cree que es más ridículo que Inés no acepte a su nieto, suponiendo que no le quiera, pues yo no lo , que casarse con él no queriéndole? Yo no puedo aceptar una situación ridícula ante todo Buenos Aires. ¿Y qué culpa tiene Inés en ello? Es cierto; no tiene ninguna culpa.

La esperanza que habría debido sostener a esa mujer ¿no se habría convertido más bien, en un nuevo y último motivo de desesperación? ¿Cómo?... ¿Por qué?... balbuceó Vérod, aturdido. Digo que, queriéndole a usted esa señora y no pudiendo amarle sino a costa del respeto que se tenía a misma, no encontró en el amor que usted la tenía el consuelo que usted dice.

Al dejar de quererle, como amante, había seguido queriéndole como si fuera su hijo: como criatura de su espíritu, ya que le había iluminado y mejorado. De aquí que la función de la Tejuca, triste prueba de la recaída del joven, abandonado por ella, bastó para afligirla; pero lo que la desoló, por no ofrecer ya remedio ni esperanza, fue la muerte violenta tan estúpida y brutalmente motivada.

Dijo más, que saliendo por la puente de Alcántara, dándole los muchachos priesa con la demanda de la cola, se había apeado del asno, y dando tras todos, alcanzó a uno, a quien dejaba medio muerto a palos; y que queriéndole prender se había resistido, y que por eso iba tan mal parado.

Quiere locamente a ese mico, y se morirá queriéndole. A se me figura que le desprecia y le ama: hay estos dualismos en el corazón humano. Pero yo digo: ¿no pasará por su mente alguna vez la idea de quererme a ? Me contentaría con esto, con que la idea hubiera pasado una vez; vamos, dos veces.

En vista de estas y de otras reflexiones, y de no pocos indicios y pruebas que vinieron después, el pobre Mutileder tuvo al fin que abrir los ojos, y que reconocer que Echeloría se había dejado querer, y hasta que pagaba a Salomón su cariño, queriéndole y siendo infiel y perjura a su Mutileder y a los juramentos hechos en Aratispi y en Churriana.

El único senador tal vez que era amigo de Napoleon, un amigo grande, un amigo digno, uno de esos amigos que valen la pena de que un hombre nazca para que pueda honrarse con tal amistad, fué tambien el único que votó en contra del imperio. Napoleon, no obstante, continuó queriéndole y respetándole hasta el fin de sus dias.

D. Bernardo hablaba de él con poco respeto y le trataba con cierto despego: el mismo brigadier, aun queriéndole bien, no se mostraba muy impresionado por aquella famosísima estampa, y solía reprenderle suavemente algunas cosas que llamaba puerilidades.