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¡Churrigueresco! exclamó el compromisario queriendo así compensar la protesta disparatada de su mujer. ¡Churrigueresco! repitió ¡da náuseas! y se vio claramente que las sentía. ¡Churrigueresco! pudo decir otra vez. ¡Rococó! concluyó Obdulia. En aquel momento el Arcipreste se inclinaba para saludarla como si fuera a besarle las botas color bronce. Salieron a la calle todos juntos.

Como los serafines, señó dijo el primo queriendo aprovechar el parentesco para introducirse en la fiesta. Las muchachas, repentinamente ariscas, como si les amagase algún peligro, se hacían atrás, negándose a aceptar el convite. Ya habían cenado, ¡muchas gracias!

Siguió explanando su teoría, queriendo manifestar que no ignoraba las más recientes y osadas hipótesis científicas, alardeando de materialismo higiénico, ponderando mucho la acción bienhechora de la madre naturaleza.

29 Y toda la ciudad se llenó de confusión; y unánimes se arrojaron al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de Pablo. 30 Y queriendo Pablo salir al pueblo, los discípulos no le dejaron. 31 También algunos de los principales de Asia, que eran sus amigos, enviaron a él rogando que no se presentase en el teatro.

Por desgracia no estoy arrepentida; mi corazón se ha endurecido en la maldad, y no he tenido valor ni me he hallado dispuesta para hablar con el confesor, sino con el amigo. ¿Qué dices de pecados, ni de dureza de corazón? ¿Estás loca? ¿Qué pecados han de ser los tuyos, si eres tan buena? No, padre, yo soy mala. He estado engañando a Vd., engañándome a misma, queriendo engañar a Dios.

Por dos veces había apartado rudamente a uno de los portadores de la camilla, queriendo ayudar a su conducción. El marqués le miró con simpatía. Debía ser alguno de aquellos hombres del campo que estaban acostumbrados a saludarle en los caminos. ; una desgrasia grande, muchacho. ¿Y cree usté que morirá, señó marqué?... Eso se teme, a menos que no lo salve un milagro. Está hecho porvo.

Una actividad extraordinaria hacía ir y venir aquella mañana por la cubierta, en grupos parleros, a las jóvenes de diversa nacionalidad. Abordaba cada una a sus amigos y conocidos con un papel y un lápiz en las manos. Iban recogiendo para las fiestas equinocciales, y antes de inscribir el donativo discutían y protestaban, queriendo aumentar la cifra.

Su tía le lanzaba maliciosas miradas como queriendo decirla: "¿Eh? Ahí tienes tu amor, mira lo que es ... ¡Su intensidad no es bastante para hacer olvidar á un hombre su amor propio ofendido!" ... Cuando la hablaba la llamaba con afectación: "Mi pobre hija" con un tono de lástima que molestaba extraordinariamente á Herminia.

Pues qué hay que extrañar que el Demonio que pudo moverles a estos tres míseros a tan execrables atrocidades queriendo ellos les moviera a un exterior furibundo, protervo, desesperado, que se mostrase despreciador de las llamas.

Se encontraron en el puerto, mortalmente amenazado por las barras de movible arena; se vieron en los jardines cercanos al mar, junto al monumento de Pisicane, el romántico duque de San Juan, un precursor de Garibaldi, muerto en plena juventud por la libertad de Italia. La joven sonreía al encontrarle. Su compañera pasaba adelante, con la mirada vaga, queriendo ignorar su presencia.