United States or United Kingdom ? Vote for the TOP Country of the Week !


Sin querer imitar a nadie, espontáneamente, hasta contra nuestra voluntad, hasta cuando nos empeñamos en ser o en aparecer como de otro siglo o como de otra época, somos por virtud de leyes ineluctables, de nuestra época y de nuestro siglo. Supongamos por un instante que no hay esas novelas francesas y rusas que el Sr.

La primera vez que pensó esto tuvo remordimientos para una semana; pero volvió la idea a presentarse tentadora, y como en las novelas que saboreaba sucedía casi siempre que eran casadas las heroínas, pecadoras , pero al fin redimidas por el amor y la mucha fe, vino en averiguar y dar por evidente que se podía querer a una casada y hasta decírselo, si el amor se contenía en los límites del más acendrado idealismo.

La criada de doña Carmen también parecía querer mucho a Julia, mirando, por el contrario, a Clotilde y su marido con respeto, pero sin cariño: todo lo cual indicaba que en la existencia de aquella familia había un secreto: según las apariencias Julia era o había sido víctima de alguna infamia.

Les admiro, en primer término, por su formidable capacidad de querer, y me inclino ante «la escuela de voluntad y de trabajo» que como de sus progenitores nacionales dijo Philarète-Chasles ellos han instituído. En el principio la acción era.

El Magistral no pudo saborear tranquilamente aquel triunfo vulgar, ordinario, porque sin querer pensaba en el grupo de la ventana del comedor. Mientras respondía con modestia y discreción a todos aquellos amigos, su imaginación estaba fuera. Pasaban minutos y minutos y los del comedor no venían. «¿Comería en casa de la Marquesa, Anita?

Ni supo querer ni supo ser querido expresó Uceda poniéndose serio y dirigiendo sus ojos al horizonte. Soledad le clavó una mirada de sorpresa y admiración. Y á su sabor, en silencio, largo rato estuvo contemplando á aquel hombre tan noble, tan firme, tan sufrido. Un remordimiento punzante le atravesaba el alma. Sintió deseos de arrojarse de cabeza al mar.

Pero había el triste jurado de pertinaz y obstinándose en cerrar los ojos a todas las luces de la misericordia de Dios y de su gracia, sin querer reconocer que era Angel de Dios el que le quitó la libertad para perderse, y le prendía en el cuerpo para ponerle en la verdadera libertad de hijo de Dios, si se hubiera querido valer, como se debe esperar de muchos cómplices suyos.

»Más tarde, monseñor le contestó Carlos con voz dulce y sonrisa graciosa, que parecía querer desarmar el rigor que demostraba Teobaldo. Tenemos tiempo. »No repuso Teobaldo con dureza. Vengo a buscarte, a llevarte; necesitamos partir hoy mismo. »¿Y por qué razón? »Por una muy importante, que ya te explicaré. »No demoren ustedes por nosotros su conferencia, grave sin duda dijo el conde de Pópoli.

No tengo amores, ni celos, ni aspiro a nada, y necesito la amistad y la compañía de mujeres jóvenes como vosotras. Mi casa es un casino, del cual soy presidente con faldas; pero me voy cansando de hacer este papel. ¿Quieres compartirlo conmigo? ¿Quieres ayudarme a presidir mi tertulia? Ignoro si Braulio querrá y podrá... ¿Cómo no ha de querer? Parece afable, alegre, buen señor y discreto.

Ello es, don Federico, que barbas mayores quitan menores y el primer lugar compete a quien compete. ¿Tan mal le sabrá a usted que le quieran, señor mío? No por cierto, que estamos de acuerdo en aquel axioma que usted tanto repite, amor no dice basta. Pero... tía María, en querer siempre he sido mejor donador, que no recaudador. Eso no habla conmigo exclamó con viveza la buena mujer.