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Ningún lujo, ninguna preocupacion de ostentacion artística ó palaciega! Tal parecia como si el palacio fuese una residencia de simples bourgeois alemanes. Confieso que, si bajo el punto de vista artístico quedamos muy descontentos, el espectáculo nos gustó mucho como rasgo indicativo de las costumbres alemanas.

¿Pues cuántos maridos tiene doña Clara? Uno: el sobrino del cocinero del rey, que es lo mismo que don Juan Téllez Girón. ¡Ah! ¡es cierto! me había olvidado. Pero estamos perdiendo el tiempo. Debemos concluir por el momento. Tenemos prendas recíprocas... es decir, estamos unidos por la necesidad. Sepamos cómo quedamos. ¿Pues cómo hemos de quedar? Unidos como hemos debido estarlo siempre.

Su entusiasmo y su dolor ignoran la manera correcta de manifestarse: «¡Nombre de Dios, qué mozo!... Y pensar que estos son los que mueren, y quedamos nosotros, señora, que no servimos para nadaVuelvo á pasar ante la puerta abierta. El viejo se ha sentado junto á la gran dama, que llora en silencio.

Todo lo que había en casa muere; sólo quedamos vos y yo. ¡Bah! ¡bah! dijo Montiño guardando en los bolsillos de sus gregüescos la carta de su hermano , no nos aflijamos antes de tiempo; vuestro tío Pedro ha estado dos veces á la muerte, y una de ellas oleado y con el rostro cubierto. Pero á la tercera va la vencida dijo el joven. A la tercera...

Quedamos, pues, en que dar el «» es facilísimo; sale solo; se revela en la emoción que nos embarga; por muy quedo que se diga, lo expresa muy alto el estado de nuestro ánimo. Lo difícil, lo árduo, es decir «no», negarse a la relación solicitada. En esta ocasión es cuando ha de revelarse la educación de la mujer, su finura espiritual, los recursos de su ingenio.

Conque, en resumen, don Jeromo concluyó Lépero, poniéndose de pie, en lo que le imitaron los demás de la partida : quedamos en que, en igualdad de circunstancias, preferirá usted nuestra candidatura a las otras dos, y en que probablemente la votará usted con toda su gente. ¡Ya, ya! respondió con su muletilla de costumbre el tabernero.

Hay una nueva discusión para fijar en términos de reloj la hora del aperitivo. Por último, quedamos en reunirnos de siete a ocho. Al día siguiente dan las ocho, y claro está, mi amigo no comparece. Llega a las ocho y media echando el bofe, y el camarero le dice que yo me he marchado.

Dejémoslo aquí, si les parece; y pues que no me sobra el tiempo tampoco, tenga el señor don Santiago la bondad de decirme en qué quedamos de nuestro negocio. Pues en lo dicho, señora marquesa, si usted no dispone otras bases más a su gusto. Yo acepto cuantas usted estime por buenas y equitativas.

Murió el pobre mozo, enterrámosle muy pobremente por ser forastero, y quedamos todos asombrados. Divulgóse por el pueblo el caso atroz, llegó a oídos de don Alonso Coronel y como no tenía otro hijo, desengañóse de los embustes de Cabra y comenzó a dar más crédito a las razones de dos sombras, que ya estábamos reducidos a tan miserable estado.

Mis respuestas le encantaban, y se mostraba como triunfante cada vez que yo le indicaba algunas de las mas bellas conquistas hechas en Nueva Granada por las ideas verdaderamente democráticas. Ya puede colegirse que mi excelente compañero y yo quedamos muy amigos, sin conocernos.