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Y yo soy el único varón que queda en la familia; soy el inútil, el viejo, el que no sirve para nada. ¡Ah, miseria!... Todos callaron, comprendiendo que la desesperación y la vergüenza de este hombre, que parecía llorar sobre las ruinas de una vida sin objeto, exigían el silencio. Novoa movió la cabeza como si aprobase sus palabras.

De seguro que no vuelve, y el mundo se queda sin tener noticia de su descubrimiento. ; no vuelve dijo Ojeda . Es muy probable, es casi seguro.

Pero cosas allá de su madre y su padrino, a cual más escrupuloso en la materia... eso es; porque san Leto era el santo de aquel día, primero de septiembre... Pero ¡caray! dije yo, aunque esa sea la costumbre en la familia, me parece a que, por una vez, bien se puede quebrantar... eso es, en gracia siquiera de lo raro del nombre: pongámosle otro más, para llamarle por él, y así queda todo arreglado.

Vió damas vestidas de soirée, señores puestos de smoking, la concurrencia habitual de los hoteles de lujo, que se pone su uniforme para comer y se queda haciendo la digestión en los profundos sillones, mirándose sin decir nada ó hablando en voz baja, lo mismo que en una iglesia, hasta que la rinde el sueño.

Supongamos una esfera de dos piés de diámetro, enteramente vacía. Dentro no queda mas que espacio: si el espacio es nada, no queda nada. Pregunto ahora: en lo interior de la esfera vacía ¿es posible el movimiento? Parece indudable; nada se opone; hay un cuerpo movible; hay una extension mayor que la del cuerpo; hay distancias que recorrer.

De ellos no queda una columna en pie; ni huella, ni rastro.

Estuve en la poblacion que los indios arruinaron: no queda mas señales de ella, que un horno medio caido; y por cierto no me puedo figurar cuales fueron los motivos que dieron lugar

Silvestre Paradox no es ya paje, ni escudero, ni soldado que va a guerrear y a garbear a Italia, Flandes y América, ni queda cautivo en Argel, ni acaba como penitente ermitaño en un yermo; pero lucha por la vida como se estila ahora, y acomete atrevidas empresas y busca aventuras, y nos presenta desde su nueva atalaya de la vida humana larga serie de cuadros en los cuales no deja de haber realidad y verdad, aunque ennegrecidos a veces por la sátira y grotescamente exagerados por la caricatura.

Desde que llegué a Madrid tengo el alma llena de tristeza... Lo comprendo, hijo: nuestra situación no es para menos. ¡Si vieras la crujía que hemos pasado!... ¡Y lo que queda!... No es nada de eso. Pues no te entiendo. Ahora me comprenderá Vd.

Lo , hombre, lo ; pero parece que me huyes. ¿Por qué es eso? ¿Huirte yo...? Nunca. Sabes que siempre te quise. Cuando subes a mi casa ya ves cómo te recibimos. Te debemos mucho: nos has abierto los ojos y ya no somos bestias.... Pero me canso de saber tanto y ser pobre; y lo mismo les ocurre a los compañeros. No queremos tener llena la cabeza y el vientre vacío... Pero ¿qué remedio nos queda?