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Su seno, con el signo de ignominia que en él lucía, puede decirse que era el regazo donde podía reposar en calma la cabeza del infortunado. Era una hermana de la caridad, ordenada por misma, ó mejor dicho, ordenada por la ruda mano del mundo, cuando ni éste, ni ella, podían prever semejante resultado. La letra escarlata fué el símbolo de su vocación.

La ventana no se entreabrió siquiera. A la tarde salió por la Puerta de San Vicente y fue a sentarse frente a la muralla. ¡La figurita diminuta que asomaba de ordinario allí arriba, sobre las almenas, con el rostro vuelto hacia él, no apareció, ni volvería a aparecer nunca más!

Los amigos del duque, tranquilizados ya, a ruegos de este, se pusieron en camino de vuelta. El paciente había exigido que le dejasen solo, bajo la tutela de su hábil doctor, su antiguo amigo, como le llamaba, y aun despidió a casi todos sus criados. Así él y su médico pudieron renovar conocimiento a sus anchas.

Deliciosa es ciertamente la campiña que el viajero encuentra desde Douvres á Lóndres. Verdes y abundantes prados donde pastan numerosos rebaños de ganado lanar, adornan y embellecen el paisaje.

Luego, el buque avanzó por el canal con una rapidez desusada en estos parajes. La gente, asomada á las bordas, comentaba los extraordinarios encuentros en este bulevar marítimo, frecuentado ordinariamente por buques de paz. Unos humos en el horizonte eran los de la escuadra francesa llevando al presidente Poincaré, que volvía de Rusia. La alarma europea había interrumpido su viaje.

Para anunciar a sus compañeros en la sala de estudio que venía el Padre Fernández, varón pesado cuyos pies de plomo hacían temblar el pavimento, decía: Cavete Ferdinandum.... Ecce draco.... Exaudite... quatit ungula campum.

Hombre hay aquí dijo un estudiantón del Corpus , graduado por la Feria y el pendón verde , que, si es menester, no dejará oreja de ministro a manteazos, siendo yo el menor de todos estos señores.

Tampoco me era difícil encontrar en París, quien me prestara cien sueldos; pero estos expedientes que huelen a miseria y truhanería, me repugnaron decididamente. Para los pobres, esta pendiente es resbaladiza y no quiero aún poner en ella el pie. Para sería lo mismo perder la probidad que perder la delicadeza, que es la distinción de esta virtud vulgar.

Sentada en el gran sillón, cerca de la cama de su padre, y no pudiendo en aquella oscuridad entregarse a ningún trabajo manual, pasaba estos momentos de ocio forzado, analizando los pensamientos nuevos que nacían en su espíritu.

Virey, los Señores Alcalde ordinario de primer voto, y Procurador Síndico general de ciudad. Por el Sr. D. Diego de la Vega, Contador Mayor Decano, se dijo: Que reproduce el anterior voto del Sr. D. Manuel José de Reyes, con solo la diferencia de que los adjuntos al Exmo. Sr. Virey sean de la eleccion del Exmo. Cabildo. Por el Sr.