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Cerca de diez volúmenes incomparables, únicos, escribió el viejo poeta maldito en los cafés, en las tabernas, acaso en sus largas temporadas de hospital, al que el pobre Lelian llamaba su palacio de invierno. La capa de mendigo de Verlaine es hoy la bandera de la Francia espiritual. Está ungida por la gloria. Es una cumbre dorada por la inmortalidad. Estas glorias póstumas suelen ser un sarcasmo.

Los imitadores de Góngora no quisieron ser menos que su maestro. Hállase inserta en las Obras póstumas divinas y humanas, de D. Félix de Arteaga: Madrid, 1641.

Las obras póstumas publicadas por manos desconocidas ó poco seguras, son sospechosas de apócrifas ó alteradas. La autoridad de un ilustre difunto poco sirve en semejantes casos: no es él quien nos habla, sino el editor, bien seguro de que el interesado no le podrá desmentir.

Hállanse en la colección Poesías cómicas, obras póstumas de D. F. Bances Candamo: Madrid, 1722. Tomo I: Quién es quien premia al amor, La restauración de Budha, Duelos de ingenio y fortuna, La Virgen de Guadalupe, La piedra filosofal, Cuál es afecto mayor, lealtad ó sangre ó amor; Por su rey y por su dama, El vengador de los celos.

Algunas de sus obras póstumas, preparadas ya por él para darse á la prensa, fueron publicadas por su hija Feliciana y por su yerno don Luis Usátegui, bajo del título de La vega del Parnaso. Los mismos publicaron también en el año 1635 el tomo XXII de sus comedias. Los tomos XXIII, XXIV y XXV, que son los últimos de la colección, se publicaron algunos años más tarde.

Pág. 89. He manifestado mucha desconfianza de las obras póstumas, sobre todo si el autor no ha podido darles la última mano, dejándolas á persona de muy segura entereza, y que no haya de hacer mas que publicarlas.