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Echó mano apresuradamente a los gemelos del capitán que colgaban de la baranda, y pudo ver a su novia llorosa con un pañuelo en la mano haciéndole señas. Sacó el suyo del bolsillo y contestó lleno de emoción. La tarde estaba tranquila, el cielo nublado, las aguas de la pequeña bahía inmóviles y verdosas espejaban confusamente la columna de humo que el vapor dejaba en pos de .

6 y [a] los que [se] tornan atrás de en pos del SE

Pensó que su hermano le iba a reclamar de golpe el préstamo. Vamos contestó en voz baja, dejando caer el hacha de las manos. Y ambos entraron en la casa y subieron, uno en pos de otro, la escalera ahumada que conducía a la sala. D. Jaime se sentó: Tomás quedó en pie.

Deja que el sol ardiendo las lluvias evapore Y al cielo tornen puras con mi clamor en pos, Deja que un sér amigo mi fin temprano llore Y en las serenas tardes cuando por mi alguien ore Ora tambien, oh Patria, por mi descanso á Dios!

2 y los esparcirán al sol, y a la luna, y a todo el ejército del cielo, a quien amaron, y a quienes sirvieron, y en pos de quienes anduvieron, y a quienes preguntaron, y a quienes se encorvaron. No serán recogidos, ni enterrados; serán por muladar sobre la faz de la tierra.

En pós de la colosal figura del Augusto cordobés vienen igualmente benéficos para su pueblo y formidables á los cristianos otros dos gigantes: Al-hakem III y Almanzor.

Y el paseo continuó sin nuevas interrupciones. Estaba la tarde serena. El sol molestaba todavía bastante, por lo cual, después de bajar al pueblo, eligieron el camino sombrío que conducía a la montaña por una cañada paralela a la del Molino. Marchaban pareados, a no ser cuando el camino era demasiado estrecho, que iban uno en pos de otro.

Tal viva penetración del arte y tal destreza en la ejecución como el general poseía, anunciaban desde luego la victoria. Y, en efecto, a consecuencia del nuevo y acertado plan de ataque, comenzaron a rendirse una en pos de otra, a sus armas, no pocas bellezas de las mejor sazonadas y maduras de la capital.

No lo creo, pero hablando con prudencia te diré, si quieres, que en lo porvenir todo puede ser admitido: se han visto conversiones más asombrosas. Corro en pos de algo que no encuentro.

Al cabo de ese tiempo se presentó de nuevo la patrona, toda azorada. La señorita tiene un ataque y está en la cama sin conocimiento. ¡Venga, venga, señor cura! ¡Voy, voy! exclamó asustado, corriendo en pos de ella. En efecto, Obdulia yacía en la cama, privada de sentido y extrañamente pálida. Parecía muerta. El P. Gil sintió al verla en tal estado una punzada de remordimiento en el corazón.