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Cuando se exhorta á Leónido á acordarse del cielo y corregirse, contesta siempre de esta manera: Que lo pague Dios por mí, Y pídamelo después. Su corrupción llega hasta el extremo de dar un bofetón á su padre y de atentar al honor de su hermana, cuyo esposo lo desafía. Espéralo en el lugar designado para el duelo, en donde es atacado por una nube de moros.
Ese pensamiento fundamental es la muletilla de hombre despreocupado, que ve la muerte lejos, muy semejante al famoso Tan largo me lo fiáis de El Burlador de Sevilla, de que habla el señor Marqués, y expresada por Lope en La fianza, de esta manera: Que lo pague Dios por mí Y pídamelo después.