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En efecto, el Canton fabrica en sus tres centros principales, anualmente, cerca de 300,000 relojes de oro, plata, acero, etc., y un número muy considerable de péndulos, cronómetros y otros instrumentos análogos y de música, física y matemáticas.

Cuando nuestros amigos penetraron en la tienda, las únicas personas que en ella había eran D.ª Feliciana y su hija Carmen cosiendo debajo de la lámpara, y Paco Ruiz sentado sobre el mostrador con las piernas colgando hacia fuera, que se balanceaban suavemente como dos péndulos.

Por la tarde, antes de la hora del , cuando los pasajeros dormitaban en sus asientos y ardientes cuchillos del sol se introducían en la penumbra del paseo por los intersticios de las lonas, danzando acompasadamente de una cabeza a otra con el movimiento del buque, como si fuesen péndulos de luz, las niñas bajaban a sus camarotes para volver a subir con grandes cajas llenas de dulces.

Sus piernas, que no llegaban al suelo, se movían como péndulos; sus enormes bigotes, proyectados por la luz en la pared, parecían dos grandes colas de zorro. Me parece, don Oscar profirió doña Tula con su vocecita aguda , que ha tratado usted demasiado mal a nuestro amigo Sanjurjo... ¡Este bendito señor es tan severo! dirigiéndose a con una mirada falsa . ¡Pobresito!

Próximos a estos caprichos galantes y afeminados, los raros productos del arte asiático proyectaban sus siluetas extrañas y deformes, semejantes a ídolos de un bárbaro culto; por los panzudos tibores, cubiertos de una vegetación de hojas amarillas y flores moradas o color de fuego, cruzaban bandadas de pajarracos estrafalarios, o serpenteaban monstruosos reptiles; del fondo obscuro de los vasos tabicados surgían escenas fantásticas, ríos verdes corriendo sobre un lecho de ocre, kioscos de laca purpúrea con campanillas de oro, mandarines de hopalanda recta y charra, bigotes lacios y péndulos, ojos oblicuos y cabeza de calabacín.

De Joaquinito Orgaz, el flamenco que andará buscándote por todas partes. Es chusco ¿eh? Obdulia meditó y al fin rió a carcajadas. «Era chusco en efecto». Se había sentado sobre la cama de la difunta. Los pies de la viuda se movían oscilando como péndulos. Se veía otra vez la media escocesa. Ahora se veían dos. Obdulia suspiró.