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Y cuando se le ocurría al coadjutor, predicando a los feligreses en el ofertorio de la misa, decir: «Nosotros los párrocos tenemos el deber, etc.,» D. Miguel, desde su rincón donde oía la misa, profería en voz bastante alta para que le oyeran los que estaban a su alrededor: «¡Párroco yo! ¡párroco yo

De que concluyo, parece fundada esta reforma, y aun justa, en beneficio de nivelar del mejor modo posible, y sin recargo del erario, la distribucion de la hacienda entre los párrocos; pues dedicados todos á tan alto é importante ministerio, nada mas justo que facilitarles los medios mas análogos á conservar la decencia y decoro de su estado cual corresponde, con la mas justa proporcion que sea posible, pudiendo efectuarse en la forma indicada, y asi continuar hasta que el aumento de poblacion reclame que se varie el método que se establezca.

Aunque por razón de párrocos tienen obligación estos curas de aplicar las misas de los días festivos por el pueblo, cantar cada lunes una por las almas de los difuntos, y aplicar otra en cada entierro de los adultos que murieren, como todo se expresa en el informe ya citado que dio el Ilustrísimo Señor Obispo de Buenos Aires, no tengo noticia de que algún cura cumpla con todas estas cargas, y lo más que es que unos cumplen con unas y otros con otras, según la mayor o menor disonancia que le hace el faltar o no a ellas.

Vizcaya entera pasó por aquí: peregrinación de señoras, peregrinación de criadas de servir, peregrinación de obreros; las anteiglesias en masa con sus párrocos al frente, y sermones al aire libre de religiosos de todas las órdenes, y de padres jesuítas: pero sermones buenos de veras, en vascuence: diciendo lo que significaba la coronación de la Virgen como Señora de Vizcaya.

Sea lo que fuere, la verdad es que estos naturales carecen en parte de los beneficios espirituales que la Silla Apostólica les concede por las obligaciones que impone a los párrocos, y que la piedad de nuestro Soberano quiere se les cumplan, señalando y pagando ministros para ello, en quienes descarga su conciencia, y estos pueblos acuden con puntualidad con los alimentos a sus curas, sin faltarles en nada.

Tambien debe decirse que los párrocos de pueblos pequeños padecen muchas privaciones, porque su pie de altar nada les produce, y merecian, asi como los destinados á misiones, alguna consideracion en el señalamiento de sus estipendios, que podia aumentárseles rebajándose alguna cosa á los párrocos de pueblos mayores, ó que pasen de 2000 tributos; en estos, aunque sus gastos son mas considerables, por tener que mantener uno, dos ó mas coadjutores, sin embargo su pie de altar es mas pingüe, no faltan limosnas para misas, y los estipendios suben bastante, de los que puede rebajárseles alguna parte para atender á los párrocos pobres y misioneros.

Arriba De los párrocos de las inmediaciones, con ninguno había hecho Julián tan buenas migas como con don Eugenio, el de Naya.

Afortunadamente profirió estos tremendos vaticinios a tiempo que la mayor parte de los párrocos se hallaban enzarzados en la discusión teológica, indispensable complemento de todo convite patronal.

Lo más grave del caso es que esas afirmaciones se lanzan para recomendar después a los curas párrocos que las hagan penetrar en la cabeza de los padres de familia.

En las demás obligaciones anexas al ministerio de párrocos sucede aquí lo que en todas partes, que unos son más eficaces que otros; pero me es preciso notar algunas cosas que se practican y que me son disonantes, y que será muy raro el que, si no en todos los puntos a lo menos en algunos, ha de estar comprendido, y considero sería de mucha importancia se estableciese otro método más ajustado.