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Iban a dar las cuatro de la mañana, cuando Martín, envuelto en su capote, se marchó hacia la ermita del Puy. Los carlistas estaban de maniobras. Llegó al campamento de don Carlos, y, mostrando su carta, le dejaron pasar. El Señor está con dos Reverendos Padres le advirtió un oficial.

También Grecia hablaba de su Parnaso, cuyas piedras, lanzadas al limo del diluvio, se convertían en hombres. Hasta en Francia hay montañas donde se paró el arca; una de esas cumbres divinas es Chamechaude, cerca de la gran Cartuja de Grenoble: otra es Puy de Progne, dominador de las fuentes del Ande. El mito es, pues, constante; de las altas cimas es de donde han bajado los hombres.

La guerra añadía Asensio, metiendo la cucharada es cosa nada bueno. Al día siguiente, por la noche, iba a acostarse Martín, cuando la posadera le llamó y le entregó una carta, que decía: «Preséntese usted mañana de madrugada en la ermita del Puy, en donde se le devolverán las letras ya firmadas. El General en JefeDebajo había una firma ilegible.

Ayúdeme usted, no tenga usted mal genio le dijo Martín a la muchacha tomándole la mano y dándole un duro . Me juego la vida en esto. La muchacha guardó el duro en el delantal, y ella misma sacó dos caballos de la cuadra y fué con ellos cantando alegremente: La Virgen del Puy de Estella le dijo a la del Pilar: Si eres aragonesa yo soy navarra y con sal.

Volvieron y subieron a San Pedro de la Rua, iglesia colocada en un alto, a la cual se llegaba por unas escaleras desgastadas, entre cuyas losas crecía la hierba. Sentémonos aquí un momento dijo el extranjero. Bueno, como usted quiera. Desde allí se veía casi todo Estella, y los montes que le rodean, abajo el tejado de la cárcel y en un alto la ermita del Puy.