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Tengo deseos de correr a cuatro patas. Quisiera ser toro y que te pusieras delante de , estoque en mano. ¡Flojas cornadas ibas a llevarte! ¡Aquí... aquí! Y con los puños cerrados, a los que comunicaba su nerviosidad una nueva fuerza, marcaba terribles golpes en el busto del torero, cubierto sólo con una elástica de seda.

has sufrido un disgusto: bueno... pero tienes salud. ¿No sería peor que además te pusieras enfermo? Hay que pensarlo todo, mi queridín. La salud es lo primero... come bien, echa buenos tragos, ¡y anda adelante! que lo demás ya se olvidará... Gonzalo salió del Saloncillo sin despedirse, dejando al bueno de don Feliciano con la palabra en la boca.

Bueno: pues si es verdad que ya no estás enojada conmigo, ¿qué te hice yo para que te pusieras enojada? si es verdad que ya no estas enojada, ponte hoy mis camelias. ¡Yo, camelias! , mis camelias. Mira, aquí están; yo misma te las llevo a tu cuarto. ¿Quieres?

Mejor te pusieras a estudiar». Niño del mérito, papos-castos, ¿quieres hacer el favor de tocarme las narices? No te hagas ordinario dijo Rubín con bondad . Si no lo eres, si aunque quieras parecerlo no lo puedes conseguir.

¿Si te habrás figurado , que por ser méica dejas de ser Gaviota repuso Momo , y que por estar recompuesta estás bonita? , ¡bonita estás con ese vestido blanco! Si te pusieras un gorro colorado, parecerías un fósforo. Y en seguida se puso a cantar con destemplada voz: Eres blanca como el cuervo, y bonita como el hambre, coloráa como la cera, y gorda como el alambre.

Si un día creyese que podía causarte pena, que no me merecía un hombre como , te gorvería la espalda y me ajogaría de tristeza al verme sin ti: pero aunque te pusieras de rodillas fingiría haberme olvidado de tu cariño. Ya ves, pues, si te quiero...

Esta mañana, cuando Amalia me dijo lo que me dijo, toda la sangre se me hizo como un veneno, y me propuse aborrecerte, pero aborrecerte en toda regla, no creas... y no perdonarte aunque te me pusieras delante de rodillas. ¡Pero es una tan débil...! ¡Si merecemos todo lo que nos pasa...! Es la mayor desgracia ser así, tan simplona... Como que estamos a merced de esas... secuestradoras, que de tiempo en tiempo nos prestan a nuestros propios maridos para que no alborotemos...