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Los negros la ocasion consideraron, Y acuerdan entre un ardid famoso: Los frenos á sus amos les hurtaron, Ardid sutil de guerra y peligroso. Entre ellos el concierto fabricaron, Con animo maldito y alevoso, Pensando que Francisca allí viniera, Y en libertad á todos les pusiera.

Era un misterio inextricable para él. En esta sesión Clotilde averiguó dos cosas importantísimas; a saber: que Inocencio tenía un talento que no le cabía en la cabeza y que no había en Madrid quien se pusiera con más gracia la chalina.

Y lo es, señor don Alejandro; y va el Flash tan guapamente con un par de tablas de la cubierta debajo del agua. ¡Canástoles! ¿Quiere usted verlo?... ¿Se atrevería usted, Nieves? ¡Pues no he de atreverme? respondió ésta como extrañada de que Leto lo pusiera en duda.

Muchos años antes, como ya sabemos, insistía en vestirse como Priscila, porque «era razonable que dos hermanas se vistiesen del mismo modo», y que «haría una cosa justa si para eso se pusiera un vestido amarillo color queso». Ese es un ejemplo trivial, pero característico, de la manera cómo estaba reglamentada la vida de Nancy.

1 Y en el mes duodécimo, que es el mes de Adar, a los trece del mismo, donde llegó el mandamiento del rey y su ley, para que se pusiera por obra, el mismo día en que esperaban los enemigos de los judíos enseñorearse de ellos, fue lo contrario; porque los judíos se enseñorearon de los que los aborrecían.

Mientras tanto, la tempestad destruía ciento sesenta buques, y el resto de la flota tenía que refugiarse detrás del cabo Matifux. Los más de los nobles opinaban por una retirada inmediata. Hernán Cortés, el conde de Alcaudete, gobernador de Oran, y los caballeros mallorquines, con los Febrer a la cabeza, pedían que se pusiera en salvo el Emperador y dejase al ejército continuar solo la empresa.

Cuando se vieron libres de él, Santa Cruz le echó mil pestes, y dijo que algún día había de tener ocasión de darle el par de galletas que se tenía ganadas. «Este danzante tuvo la culpa de que yo me pusiera aquella noche como me puse y de que te contara aquellos horrores...». Por aquí empezó a enredarse la conversación hasta recaer otra vez en el punto negro.

El emperador don Carlos, nuestro Señor, mandó que fuese ahorcado Juan Florín, el pirata, y que el capitán Martín Pérez de Irizar pusiera en su escudo, para eterno recuerdo, el galeón, el arpón y la bandera ganados en la batalla

Mire usted qué rodillas... Si se le pusiera traje de hierro lo mismo lo rompería...». «¡Qué gracioso barbián! Es de la piel del diablo... Este será un hombre» indicó Pez besándole, y besando también a la niña. Dame cuartos dijo el pequeño con descaro. ¿Ve usted qué pillete?... ¡chico!... ¿qué es eso?... No haga usted caso. Tiene la mala costumbre de pedir cuartos a todo el mundo.

Quisiera qué pusiera otra a la señora Santa Lucía, que, por lo de los ojos, también le tengo devoción; pero no tengo trocado; mas otro día habrá donde se cumpla con todos. -Muy bien harás, hija, y mira no seas miserable; que es de mucha importancia llevar la persona las candelas delante de antes que se muera, y no aguardar a que las pongan los herederos o albaceas.