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El capellán D. Lesmes venía de este pueblo caballero en una jaca torda, linda y briosa. Era D. Lesmes, como ya sabemos, hombre apuesto, se hallaba en la flor de la edad y era además fachendoso, y sobre todo galán y enamorado. No es maravilla, pues, que al ver á la aldeana hiciese parar en firme á su caballo y pusiera cara de pascua. Buenos días, Florita, buenos días.

La pantera es un símbolo viviente, como lo son también las dos panteras que pusiera Dulac, clarividente, bajo los pies de Circe; en un ambiente de sutiles encantos y quimeras bajo el nocturno cielo azul de Oriente. Dulac y Miguel Nieto han presentido la vida de este símbolo, y han dado la tristeza febril de lo vivido a la quimera de lo que han pintado.

La pobre madre se estremece al ver la mezquindad del sitio destinado al reposo de su hijo. Aquello es insano, no tiene bastante ventilación...; ¡si Andrés se pusiera enfermo!... No corre, vuela en busca del capitán.... Quiere gratificarle..., comprar un poco de comodidad para aquella inocente criatura.

No quiso preguntarle nada a Amaury, porque, según su modo de ver las cosas, exigíale su dignidad que le pusiera mala cara; pero Leoville no advirtió nada de esto, porque no se acordaba ya de la existencia de su antiguo amigo. El señor de Avrigny, que estaba enterado de las atenciones o interés de Felipe, le dio las gracias mientras le estrechaba la mano cariñosamente.

No su voz, ni sentí sus pasos, ni cosa alguna que tuviera las huellas de su mano. A se me antojaba que en cualquier objeto podía notar un sello especial que indicara pertenecerle. Pero en nada de lo que vieron mis ojos encontré la huella indefinible que debía tener todo aquello en que Inés pusiera los suyos. Esto se comprende y no se explica.

Las mujeres de nuestro brazo huelen a carne limpia, a ropa blanca. Pero ésta, Sebastián, ¡ésta!... Figúrate juntas toas las rosas de los jardines del Alcázar... No, es argo mejor: es jazmín, madreserva, perfume de enreaeras como las que habría en el huerto del Paraíso; y estos güenos olores vienen de aentro, como si no se los pusiera, como si fuesen de su propia sangre.

-Sería algún villano -dijo doña Rodríguez, la dueña-, que si él fuera hidalgo y bien nacido, él las pusiera sobre el cuerno de la luna. -Agora bien -dijo la duquesa-, no haya más: calle doña Rodríguez y sosiéguese el señor Panza, y quédese a mi cargo el regalo del rucio; que, por ser alhaja de Sancho, le pondré yo sobre las niñas de mis ojos.

Luego se quitó de cuentos, y cogiendo a la pobre modista por un brazo, la plantó en la calle, sin darle tiempo a que se pusiera la mantilla. ¿Has visto qué pedazo de bárbaro?... Milagros se desmayó. Tuvimos que aplicarle éter y qué yo qué más cosas... En fin, por sacarla de este compromiso, he tenido que traerme a casa las telas y la modista para hacer aquí la labor.

Pero la señora tardó en dormirse, y la criada también, pasándose parte de la noche en la preparación mental de sus planes estratégicos para el día siguiente, que sería, sin duda, muy dificultoso, si no tenía la suerte de que D. Carlos le pusiera en la mano una buena porrada de duros... que bien podría ser.

Constituía esto uno de los atractivos de su persona, y yo, que he tenido ocasión de apreciar lo mismo sus altas cualidades que sus debilidades, no podría decir que pusiera demasiadas pretensiones en el modo de vestir, aunque de él hiciera verdadero estudio.