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Próximos a estos caprichos galantes y afeminados, los raros productos del arte asiático proyectaban sus siluetas extrañas y deformes, semejantes a ídolos de un bárbaro culto; por los panzudos tibores, cubiertos de una vegetación de hojas amarillas y flores moradas o color de fuego, cruzaban bandadas de pajarracos estrafalarios, o serpenteaban monstruosos reptiles; del fondo obscuro de los vasos tabicados surgían escenas fantásticas, ríos verdes corriendo sobre un lecho de ocre, kioscos de laca purpúrea con campanillas de oro, mandarines de hopalanda recta y charra, bigotes lacios y péndulos, ojos oblicuos y cabeza de calabacín.

Para que los albañiles no descubrieran la entrada, cerró primero, con sus propias manos, el agujero. Por espacio de varios meses, durante la lucha entre el Gobierno italiano y la Santa Sede, abandonó su vestidura purpúrea y llevó una vida de ermitaño en esta celda, pero no tuvo otro objeto al hacer esto que cuidar el enorme tesoro tan hábilmente asegurado.

Una diestra varonil había abierto este orificio por el que escapaba la última burbuja de su existencia... Y el capitán, viendo el perfil doloroso, con su sien purpúrea, pensó horrorizado que nunca conseguiría borrar de su memoria la fúnebre visión.

La miliar febril simple, y sobre todo la purpúrea, es muy propia de acónito, así como algunas variedades pertenecen á la belladona y al zumaque. El acónito es mas eficaz que la belladona en el tratamiento de la escarlatina complicada con la púrpura, si bien es general alternarlos en estos casos.

Le veía alto, esbelto, de un moreno pálido, con el calañés sobre un pañuelo rojo, por debajo del cual se escapaban bucles de pelo color de azabache, el cuerpo ágil vestido de terciopelo negro, la cintura cimbreante ceñida por una faja de seda purpúrea, las piernas enfundadas en polainas de cuero color de dátil: un caballero andante de las estepas andaluzas, casi igual a los apuestos tenores que ella había visto en Carmen abandonar el uniforme de soldado, víctimas del amor, para convertirse en contrabandistas.

Cuentan las historias y relaciones que, de doce mujeres, entre esposas y amigas, tuvo Felipe IV treinta y dos hijos, incluyendo legítimos y bastardos ; pero ninguno le alegraría tanto como el príncipe Don Baltasar Carlos, habido, después de tres hijas muertas sin cumplir un año, en su primera mujer y prima la infanta de Francia doña Isabel de Borbón, a quien llama un escritor de la época fragante flor de lis convertida en purpúrea rosa castellana.

Ora entornaba los párpados con desmayadizo temblor, como si respirara un perfume doloroso; ora los abría desmesuradamente; y resumiendo, a la vez, su boca de carmín, parecía ofrecerla a un galán imaginario, como confitada fresa, como incitante golosina purpúrea. La dueña la preguntó casi al oído: ¿Pasó por esta calle? ¿De quién decís? repuso la niña. De Gonzalo. ¿Lo yo acaso? que debió.

El corral, cercado antes con podridos cañizos, tenía ahora paredes de estacas y barro, pintadas de blanco, sobre cuyos bordes correteaban las rubias gallinas y se inflamaba el gallo, irguiendo su cabeza purpúrea.... En la plazoleta, frente á la barraca, florecían macizos de dompedros y plantas trepadoras.

Tres había vacíos en el suelo, cerca de la dama, cada vez más purpúrea y más movediza de ropas, acogiendo con grandes risotadas las hazañas toreras de su compañero.

Una muchacha de falda corta, botas polonesas y pañuelo verde, por cuya punta asomaba una trenza de pelos rojos, daba vueltas al compás de la música. En torno de ella, un mocetón de camisa purpúrea danzaba de rodillas o se sostenía en portentoso equilibrio con las piernas casi horizontales y las posaderas junto al suelo.