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Dicho croquis se ha formado segun los demarcadores últimos: pero en puntitos he añadido el curso de los Aguaray é Ipané, valiendome de varias informaciones, segun las cuales, ni los Aguaray comunican con el Ipané, ni corren de este á oeste segun se creyó, sino al sur-sur-oeste, y el Ipané viene al norte. Me he detenido en estas cosas porque se ignoraban cuando salí de esa. Nuestro Señor, &c.

Aquí ponía Pedro López cuatro líneas de puntitos suspensivos, y añadía luego: «Nosotros oímos sus palabras, y un rayo de celeste esperanza se deslizó en nuestro pecho». Más puntitos suspensivos. «El villano atentado del gobernador de Madrid ha sido el primer paso dado hacia el Terror... Mas ¡renazca la esperanza! ya ...El león de Castilla Sacude la melena!!!»

Con un rápido movimiento del compás trazó Tapón una esfera limpia y correcta, con la luna en su plenilunio. ¡Magnífico!... Redonda era como el mundo... Parecía una carita... ¡Justo!..., una carita... Igual, idéntica a la de madame Dous, la tendera que vendía pelotas en los portales de Bayona. ¡Qué casualidad!... Tapón marcó con mucha habilidad dos puntos para tomar los radios con que había de trazar dos arcos que se cortasen, y se afirmó en su creencia... Aquellos dos puntitos parecían, sin duda alguna, los ojos de madame Dous, redondos, pequeños, abiertos como con un punzón... El parecido era exacto: tan sólo le faltaba el moñito en lo alto de la cabeza, y para que nada le faltase, pintó Tapón a la esfera un moñito en la parte superior; dibujóle luego unas narices en el punto en que debieron encontrarse los dos malogrados arcos, púsole por debajo una boca bigotuda, añadióle después dos orejas con pendientes, y en menos de un cuarto de hora encontró la cara de madame Dous, en vez de encontrar el radio de la esfera.

Pero no sin disponerme a concluir el paquete de cigarrillos, antes de que el sueño venga. Y aquí está la causa: bailé anoche con María Elvira. Y después de bailar, hablamos así: Estos puntitos de la pupila me dijo, frente uno de otro en la mesita, no se me han ido aún. No qué será... Antes de mi enfermedad no los tenía. Precisamente nuestra vecina de mesa acababa de hacerle notar ese detalle.

En otras partes de la montaña, el granito descubierto presenta aspecto distinto: en unas rocas, es blanco como el mármol y está sembrado de puntitos negros; en otras, es azulado y sombrío.

Rica por su vegetación en selvas, arbustos, praderas y musgos, la montaña parece pobre de animales: estaría casi completamente desierta si el pastor no le llevara sus rebaños de vacas y ovejas que se ven de lejos, sobre el verdor de los pastos, como puntitos rojos ó blancos, y si los celosos perros de ganado no corrieran continuamente á derecha é izquierda, haciendo repetir sus ladridos á los ecos.

Yo no digo que no pidan los de Bargas; pero no van a otros pueblos a pedir. Ha pasado otra estación y las viejas han descendido con sus cestas y sus sacos. Y yo me quedo solo en el coche. A lo lejos, sobre la línea del horizonte, destacando en el azul límpido, aparece el enorme castillo de Barciense, y al pie resaltan los puntitos blancos de las casas enjalbegadas. Llego a Torrijos.

Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violeta, y comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho. El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que como relámpagos habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla.

Aquí vendrían bien dos líneas de puntos suspensivos, ó el obligado cuentecito de duendes y aparecidos; pero como no se me apareció nadie, ni soñé que me cogía un toro, ó cosa que lo valga, renuncio á los puntitos y á soporíferas relaciones, limitándome á decir que con la luz del alba de un nuevo día volví á la vida real, entrando en el concurso social, como diría un aprendiz á objetivo subjetivo, habiendo previamente cubierto mis calzoncillos con telas menos ligeras.

Eran como lentejuelas, medio desprendidas de un manto y próximas a caer. En la obscuridad del horizonte marcábanse unos fulgores lejanos, tres pinceladas rojas sobre una línea de puntitos de luz apenas perceptibles: los fuegos de un trasatlántico que se cruzaba con el Goethe marchando en opuesta dirección.