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Menéndez de la renovación social, del desenvolvimiento político, de la organización y pujanza, de los bríos que casi de repente se muestran en Aragón y en Castilla unidos, y del salto milagroso, porque, á mi ver es inexplicable, con que una nación, presa de las discordias civiles, rota y desbaratada, y al parecer, pobre y débil, se alza de súbito á ser la envidia y la admiración de los demás pueblos de Europa, amenazándolos con su hegemonía y haciendo que el sueño de una monarquía universal, en no remoto porvenir, no fuese completo delirio.

Sólo uno, el hijo del Kan de Tartaria, había logrado salvarse de su indiferencia para incurrir en su odio. Este Príncipe adolecía de una fealdad sublime. Sus ojos eran oblicuos, las mejillas y la barba salientes, crespo y enmarañado el pelo, rechoncho y pequeño el cuerpo, aunque de titánica pujanza, y el genio intranquilo, mofador y orgulloso.

Llama más ardiente y más dominadora encendió el beso en el corazón de Abu Hafáz en vez de aquietarle. El era atrevido y capaz de arriesgarlo y de aventurarlo todo, confiado en la pujanza de su ánimo y juzgándose con bríos para allanar montes de dificultades. Resolvió, pues, guardar a Gláfira en su casa como prenda suya, sin soltar la esclava para que no descubriese el secuestro.

Con el mando, poder, y con la vara, El Cáceres echaba contrapaso, Al santo del Obispo: mas tenia Un provisor que mal los recibia. Aunque el Obispo era mal sufrido, No era codicioso de venganza. Segovia, el provisor, no ha consentido A Cáceres crecer en su pujanza; Mas antes con un odio encrudecido Le mete, como dicen, bien la lanza, Tomando informaciones y testigos: A Cáceres lo dicen sus amigos.

A luchar con la tentación al aire libre; a cansar la carne con paseos interminables; y un poco también a olfatear el vicio, el crimen pensaba él, crimen en que tenía seguridad de no caer, no tanto por esfuerzos de la virtud como por invencible pujanza del miedo que no le dejaba nunca dar el último y decisivo paso en la carrera del abismo.

Fue en ese tiempo, durante esos años, que Martí mostró con más pujanza la largueza de sus conocimientos y la infinita anchura de su genio. Filósofo, poeta, economista, diplomático, políglota, periodista, orador, legista, estadista, de todo se mostró Martí entonces, en aquel hervidero de pasiones e intereses.

El enemigo viendo que amanece, Temiendo la pujanza del Cristiano, Y que su gente toda desfallece, Procura retirarse por el llano. El General Guazuialo perece Con parte del ejército pagano; Nuestra gente se queda victoriosa, Y la contraria huye muy medrosa.

Candish con su pujanza y poderío De Santos sale un dia alegremente, Y acá en el Argentino hacen vela, Que mucho su venida se recela. Mas él parte de Santos recta via, El Magallan Estrecho demandando, Y tanto el Sur le sigue y combatía, Que vuelve popa via ya arribando.

Si á alguno le pareciese arriesgado que internemos 80 leguas por el Rio Negro, será porque no se acuerda de que somos españoles, de que Garay fundó los fuertes de San Salvador y Santi Espiritu, y Oyolas el de la Asumpcion, á mayores distancias de España, y entre , guarneciéndolos con menos de 100 hombres; y hace tres años que 50 milicianos paraguayos han hecho el Fuerte de Borbon en iguales circunstancias, y en medio de mayor número de bárbaros, mas guerreros y de mayor pujanza que los que hay por acá.

Contra esto se rebelaba el orgullo de don Luis con titánica pujanza. ¿Qué se diría de él, y sobre todo qué pensaría él de mismo, si el ideal de su vida, el hombre nuevo que había creado en su alma, si todos sus planes de virtud, de honra y hasta de santa ambición, se desvaneciesen en un instante, se derritiesen al calor de una mirada, por la llama fugitiva de unos lindos ojos, como la escarcha se derrite con el rayo débil aún del sol matutino?