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A esta procesión de azotados fue sirviendo el oficio de Alguacil mayor Don Diego Embid de Moros, con su vara levantada, y a su lado, Don Juan de la Puebla en dos bellos caballos, ricamente aderezados, acompañándoles muchos Familiares de autoridad.

El público ya tenía entre pecho y espalda setenta y cinco endecasílabos de este monólogo y se disponía a recibir con resignación otra partida no menos crecida, cuando de pronto... ¿Qué ha pasado... qué sucede? ¿Por qué se levanta el público? ¿Por qué se puebla la escena de gente? Un bulto, un hombre, acaba de caer de las bambalinas sobre el escenario con espantoso estruendo.

En el llano, transformado en inmenso cultivo, no se ve agua en parte alguna y, no obstante, ella es quien da á la tierra la frescura y fecundidad; la que puebla los jardines de flores, arbustos y follaje; la que multiplica las ramas dando así á las umbrosas avenidas el profundo misterio que nos encanta. Bajo otra forma, es también el agua la que nos rodea y nos hechiza.

El trayecto que media entre Friburgo y Berna, que se hace en ménos de cuatro horas, no ofrece bajo el punto de vista social nada que interese la curiosidad del viajero. Desde que se deja la primera de esas ciudades desaparece toda huella de la raza que puebla los cantones meridionales antes recorridos.

Tu alma puebla los desiertos, Y del Sud en la campaña Al lado de una cabaña Se eleva fúnebre cruz; Esa cruz, bajo de un tala Solitario, abandonado, Es un símbolo adorado En los campos del Tuyú. Allí duerme Santos Vega: De las hojas al arrullo Imitar quiere el murmullo De una fúnebre cancion. No hay pendiente de sus gajos Enlutada y mústia lira, Donde la brisa suspira Como un acento de amor.

Cuando los últimos Aguilares señores de la villa murieron en Algeciras sin dejar descendencia masculina, el rey D. Alonso XI incorporó el estado de Aguilar á la corona, y á los descendientes por hembra D. Bernardo vizconde de Cabrera y D. Alonso Fernandez Coronel, los contentó con la Puebla de Alcocer y Capilla.

Aquél es el Conde de Alba de Liste, con el Marqués de Tabara y el Conde de Puñonrostro. Y tras ellos, el Duque de Nochera, Héctor napolitano y gobernador hoy de Aragón. En ese coche que se sigue viene el Conde de Coruña, Mendoza y Hurtado de las Nueve Musas, honra de los consonantes castellanos, en compañía del Conde de la Puebla de Montalbán, Pacheco y Girón.

La poblacion se ha disminuido en vez de aumentar ... y dejando estas reflexiones, tristes para todos, y mas aun para un español, terminamos nuestro capítulo sobre América, haciendo votos sinceros por la prosperidad de la raza española que puebla sus regiones, raza noble, raza digna, que no puede perecer jamas, por mas que con sus desgracias haya hecho creer á la anglo-sajona del Norte que un dia la absorberá; no, no, ese dia es imposible, ese dia no llegará.

VIII y IX. Milicia y descripción de las Indias, escrita por el capitán D. Bernardo de Vargas Machuca, caballero castellano, natural de la villa de Simancas. Reimpresa según la primera edición hecha en Madrid en 1599, imprenta de Tomás Minuesa, 1892, 2 tomos, en 8.º, con el retrato del autor, 6 pesetas. X. Virtudes del indio, por D. Juan de Palafox y Mendoza, Obispo de Puebla de los Ángeles.

En cuanto pasen unos días y me sienta más fuerte, me iré a la Puebla del Maestre, procuraré restablecerme, y trataré de olvidar un mundo donde, ya lo ves, la dicha depende de una calentura y unos cuantos granos feos en la cara. ¡Pobre de ! Escribe a Manuel de modo que sufra lo menos posible, pero persuádele de que esto se acabó; ahórrale penas, pero quítale toda esperanza.