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El negro y yo fuímos, en efecto, quienes después de robar cuanto pudimos en la barca Rosamaría de la que él era cocinero, asesinamos y despojamos al mercader flamenco en Belfast. Pronto estoy á que me enviéis allá, ante mis jueces. Poco mérito tiene esa confesión y no te valdrá.

Una circunstancia casual nos impidió detenernos en Colonia durante el tiempo que hubiéramos deseado. Apénas pudimos darle un golpe de vista durante cinco ó seis horas, visitando los objetos mas interesantes. Me limitaré, pues, á muy breves reminiscencias respecto de esa ciudad.

El conductor sostenía un vivo diálogo con alguien en el camino, diálogo que nos pareció debía ser poco halagüeño a juzgar por las palabras que en medio del furioso viento que soplaba pudimos apreciar; «puente arrastrado», «camino inundado», «paso imposible» y otras por el estilo.

Al abandonar la provincia, y al entrar en la de la Laguna, no pudimos menos de volver la vista al brumoso horizonte que dejábamos, y al divisar los confusos contornos del Banajao alumbrados por la cansada luz de la caída de la tarde, sentimos una verdadera y tierna emoción al abandonar, quizás para siempre, aquel coloso á cuya sombra ha nacido este pobre hijo mío.

Había resuelto quitarme mi doloroso disfraz y morir poseyendo a Amparo. A medida que este pensamiento tomaba consistencia, estimulaba al conductor prometiéndole más. La silla apenas tocaba con las ruedas al camino. A pesar de esta agudez no pudimos llegar a Madrid hasta el medio día. Cuando llegué a mi casa, subí anhelante las escaleras como si hubiese estado mucho tiempo ausente de ella.

El barco estaba sucio, lleno de basura, de manchas de sangre. Apenas navegaba; unas masas verdes de vegetación que allí flotan en el mar se habían acumulado en la proa y no dejaban avanzar a El Dragón. El capitán mandó que desde la ballenera y el bote fuéramos cortando aquel estero por la mitad, y después de una larga faena lo pudimos partir en dos pedazos y pasar por en medio.

Pero el capitan y los demas soldados despreciaron nuestro dictámen, y manteniendo el suyo, prosiguieron la marcha: y llegado á media legua de los Carcokies, ya se habian plantado á la falda de un monte, cerca de un bosque, para escapar si los venciésemos. Sirvióles de poco su prevencion, porque embestimos, y matamos cuantos pudimos, y cautivamos cerca de mil en esta batalla.

Navegamos de noche á cerca de las doce, y una hora antes de salir el sol se levantó tan gran tempestad, que aunque vimos tierra á una legua ó mas, no pudimos tomarla, ni echar anclas, ni hallar otro remedio que hacer votos, é implorar la piedad divina. Pues en la misma hora se hizo nuestra náo mil pedazos, y se ahogaron 15 españoles, de que nunca pudimos hallar cadaver alguno, y 6 indios.

Debes acordarte que fuimos nosotros quienes le ayudamos, lo enderezamos, y, en fin, hicimos todo lo que pudimos por él, y en vez de revelarnos la clave del secreto que descubrió, y lo colocó entre los hombres más ricos de Londres, se ha negado a hacerlo, a pesar de que sabía que iba a morir.

Bien se lo decíamos mi señora y yo: «Francisca, que te pierdes, que te vas a ver en la miseria», y ella... tan tranquila. Nunca pudimos conseguir que apuntara sus gastos y sus ingresos. ¿Hacer ella un número? Antes la mataran. Y el que no hace números, está perdido. ¡Con decirle a usted que no supo jamás lo que debía, ni en qué fecha vencían los pagarés!