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En sus ojos, sombreados de una selva enmarañada de pestañas, no se advertía la chispa de entusiasmo que ardía en los de los demás. Antes se leía el asombro, la ira y la envidia. Cuando acertó a oir las palabras jactanciosas del hijo de su rival, no pudiendo sufrir tanta farsa, gritó con rabia: ¡Fuera ese piojo, sollo! Indescriptible indignación en el auditorio.

Y un día, vendrá así la mujer a quien perdí; en su inocencia, me pedirá perdón, y yo le diré: «Levántate, mujer. eres quien debe perdonarme. Heme aquí a tus plantasAsí pensaba yo entonces..., y luego..., muchos años. Y he llevado siempre conmigo la imagen de la mujer, la imagen anterior a su desdicha y a la mía; y no pudiendo hacerla mi amada, hice de ella mi hermana.

2.ª Casándose jóven tu hija, aun cuando muera á una edad mediana, dejará educados á sus hijos; cuando menos, á los mayores, que podrán encargarse de la educacion y del porvenir de los pequeños, pudiendo morir con la indecible satisfaccion de que deja en el mundo una familia.

Materne se levantó y dijo secamente: Es hora de ponerse en camino; hay que estar en el bosque a las dos, y estamos aquí hablando tranquilamente como cotorras. ¡Hasta la vista, señor Dubreuil! Salieron los tres rápidamente, no pudiendo reprimir la cólera. ¡No olviden lo que les he dicho! gritó el posadero desde su asiento.

Su madre gozábase, por fin, pudiendo decir a toda la familia de su marido: Ya estáis viendo cómo, eso que llamabais mis ilusiones de madre, no ha sido una quimera, como decíais vosotros; ya veis como yo tenía razón cuando os pedía paciencia y perdón por algunas ligerezas de aquel hijo querido, que ratifica por fin mi ternura honrando vuestro linaje.

Primero que salieron del galeón enclavaron el artillería porque no les tirasen con ella, y no pudiendo caber todos en las dos barcas, quedaron de los amotinados hasta 24 ó 30.

»Había en su acento tanta lealtad y franqueza, que el Conde, no pudiendo contener su emoción, le tendió espontáneamente la mano, diciéndole: »Soy yo, señor, a quien debe culparse de todo lo pasado. Deme su mano... y su amistad, porque en adelante puede usted contar con la mía. »Desde este día, Carlos frecuentaba nuestra casa.

Y como lo tenía previsto, la heredera de Estrada-Rosa, que era orgullosa, no pudiendo soportar la frialdad de su novio, le dejó en libertad y le devolvió su palabra. La pobre chica desahogaba su pena con Amalia, la única que sabía a qué atenerse respecto a aquel rompimiento tan comentado.

Usted podría inducirla a que nos manifestase la realidad, tal es mi creencia, porque es la única persona que tiene alguna influencia sobre ella ahora que su padre no existe, y, permítame que se lo diga, tengo razones para saber que ella siente por usted una estimación muy grande. observé, no pudiendo contener un suspiro, somos amigos... buenos amigos. Más que eso declaró la señora Percival.

Don Carlos Rojas iba también á aquella hora visitando su estancia y haciendo cálculos sobre el porvenir. Continuarían siempre sus tierras altas en la pobreza actual, no pudiendo dar alimento mas que á un número reducido de animales.