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Para el espíritu de la moral cristiana, el ciego ve, el sordo oye, corre el tullido, sana el enfermo, el pobre es rico, el pequeño es grande, el ignorante es sábio, el extranjero es nuestro hermano.... ¿No le parece á usted todo esto inmensamente grande? ¿No le parece á usted inmensa y providencialmente grande, inmensa y santamente providencial, providencial é inmensamente santo?

Se extrema después la bondad del corazón de D. Antonio cuando recoge al niño Angelito, que providencialmente viene a ponerse bajo su amparo, y que es hijo de Soledad y del anarquista Isaías, que ha tenido que huir y que emigrar a Buenos Aires.

En una de ellas encontré, por mi desdicha, a Tristán de Ugarte, que ha sido para uno de esos hombres providencialmente funestos, seres reclamos del mal que se ponen en el camino para arrastrarnos al vicio y a la ruina. Ugarte estaba de piloto en un barco negrero; se había marchado de él hacía unas semanas, y llevaba una vida de riñas y francachelas.

Sea el primero esa como marca ó señal gloriosa que parece providencialmente conservada en ellos para que puedan en todo tiempo ser reconocidos; á saber, el desmoche ó demolicion de sus torres acaecido bajo las sangrientas persecuciones de Mohammed, hecho singularmente notable que S. Eulogio testifica en dos de sus obras.

La natural reserva y esquivez del joven ministro había sido un obstáculo para este plan. El médico, sin embargo, no estaba dispuesto á darse por satisfecho con el aspecto que, casi providencialmente, tomó el asunto en sustitución á los negros planes que él se trazara. Podía decir que se le había hecho una revelación; y poco le importaba que su procedencia fuera celestial ó infernal.

Era, indudablemente, un hombre extraordinario el que llegó a producir en un pueblo, pequeño o grande, eso poco importa, fenómeno como el que acabo de indicar. Decíales a ustedes hace poco que había en realidad en su vida toda algo que indica que él se consideraba providencialmente destinado a semejante misión. Esa impresión, mucho tiempo después de muerto él, la recibí directamente por unos renglones suyos, y en la obra de menos importancia de todas aquellas que ha publicado el señor Gonzalo de Quesada, piadoso recolector de sus escritos; en una que se titula La Edad de Oro y que es un volumen que contiene los trabajos que insertara Martí en cuatro o cinco números, muy pocos, de una revista que publicó, dedicada a los niños, y de la que él era el director y el redactor casi único. En uno de esos artículos, que se encuentra al principio, el que se denomina «Tres Héroes», Martí habla a los niños, en sencillo lenguaje, de Bolívar, de Hidalgo y de San Martín; y refiriéndose al primero, escribe estas palabras que voy a permitirme leeros y en las que entiendo que hay incuestionable, inconscientemente, y en síntesis, un poco de autorretrato: «Bolívar era pequeño de cuerpo. Los ojos le relampagueaban, y las palabras se le salían de los labios. Parecía como si estuviera esperando siempre la hora de montar a caballo. Era su país, su país oprimido, que le pesaba en el corazón, y no le dejaba vivir en paz. La América entera estaba como despertando. Un hombre solo no vale nunca más que un pueblo entero; pero hay hombres que no se cansan, cuando su pueblo se cansa, y que se deciden a la guerra antes que los pueblos, porque no tienen que consultar a nadie más que a mismos, y los pueblos tienen muchos hombres, y no pueden consultarse tan pronto. Ese fue el mérito de Bolívar, que no se cansó de pelear por la libertad de Venezuela, cuando parecía que Venezuela se cansaba. Lo habían derrotado los españoles: lo habían echado del país.

Naturalmente, en un hombre obsedido por esa misión, que debió creer que providencialmente le estaba impuesta, y luego veremos por qué lo digo, no era posible que se produjera un rumbo normal, tranquilo y constante en la existencia. Dado el hecho de imponerse a mismo semejante misión, todo lo que no fuera el cumplimiento de ella, tenía que ser accesorio para él y accidental.

A través del ventano se veían pasar las piernas de los transeuntes, de rodilla abajo, haciendo un ruido acompasado sobre las losas. Belarmino pensaba hallarse providencialmente metido en la entraña de la tierra, colocado en la raíz y cimiento de las cosas, y que para conocer a los hombres lo mejor era verles nada más que los pies, que son la base y fundamento de las personas.

Según unos el 18 y según otros el 23 de diciembre de 1615, entró en Lima el príncipe de Esquilache, habiendo salvado providencialmente, en la travesía de Panamá al Callao, de caer en manos de los piratas. El recibimiento de este virrey fué suntuoso, y el Cabildo no se paró en gastos para darle esplendidez.

Yo conozco sermones alemanes probando que Jesús fué partidario del militarismo. El orgullo germánico, la convicción de que su raza está destinada providencialmente á dominar el mundo, ponía de acuerdo á protestantes, católicos y judíos.