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Pero llegó un momento en que advirtió claramente que Soledad tenía celos de ella, y se propuso provocar lo más pronto posible una explicación. Una tarde llegó sola á la tienda. Soledad la recibió con marcada frialdad.

También se puso seria. ¡Es bien extraño! Cuando hubieron comentado largamente el caso, María le propuso entrar. Anda, niño, entra... Me arriesgo mucho, porque si mi hermana se entera me pone de patitas en la calle... y ya ves, me quedaría á la clemencia de Dios... Pero no importa: por todo paso con tal que no vayas á tener un disgusto. Mira que ese tío tiene muy malas tripas...

Doña Blanca, no obstante, antes de dar este permiso, preparó á su hija contra D. Fadrique, pintándosele como un monstruo de impiedad y de infamia, y recomendándole mucho que hablase con él lo menos posible. Doña Blanca, entre tanto, se propuso seguir encastillada en su caserón, sin ver á nadie más que al P. Jacinto, y á Lucía, si acaso.

Esto mismo propuso al Congreso tan luego como dió principio á sus sesiones, ampliando sus antiguas ideas con la formacion de cierto poder moral que llamó Areópago.

Esto redobló sus tristezas; mas cuando Miquis le propuso como único remedio de su mal la rusticación, cobró esperanzas, confirmándose en la idea de abandonar la corte y sepultarse para siempre en sus estados de Molina. La segunda vez que habló de esto a su mujer, no la encontró tan bien dispuesta. «¿Y tus estudios, y tu carrera?

Todos admiran más aquello que les falta. Nunca se sintió más humillado ni dudó tanto de su virtud y su salvación. Y tomándolo como una advertencia del Cielo, se propuso intentar nuevamente este camino de perfección, por el cual habían andado todos los que verdaderamente quieren acercarse a Dios.

Cuando volvió de la calle don Víctor muy contento, cantando trozos de zarzuela, propuso a su mujer, de repente, acceder a la súplica de la Marquesa que los había convidado a tomar café, después de almorzar, para ir juntos a paseo... a ver las máscaras. ¡Quintanar, por Dios!

Es un dolor verle sufrir así... Sería necesario que alguien le persuadiera de que se alejara... Y estas palabras iban encaminadas directamente a la joven desconocida; pero como ésta no contestara, la Baronesa propuso: ¿Por qué no ponen por lo menos el cadáver sobre la cama?

Deme usted su breviario, hermanita propuso Pomerantzev a la monja . La reemplazaré a usted un rato. La monja, que, en plena juventud, se pasaba la vida leyendo oraciones a la cabecera de los muertos, aceptó muy gustosa la proposición y se retiró a un ángulo del cuarto. Había tomado a Pomerantzev por un miembro del personal de la clínica o por un pariente del difunto.

El padre, impaciente por verle, propuso que los llevasen á ellos á este sitio avanzado; pero su petición hizo sonreir al jefe y á los otros militares. No eran para visitas de paisanos estas zanjas descubiertas, á cien metros, á cincuenta metros del enemigo, sin otra defensa que alambrados y sacos de tierra.