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El día de mañana aportaría su ración de pesadumbre, y lo mismo el siguiente y los sucesivos: cada uno traería su propio pesar que, en esencia, era sin embargo el mismo que ahora le parecía tan inmensamente doloroso.

De consiguiente, para su propio é indecible tormento, se mueven entre sus semejantes, al parecer puros como la nieve recién caída, mientras sus corazones están todo tiznados y manchados con iniquidad de que no pueden deshacerse.

Quieren casarse con gentes de su mundo propio y mientras te engaña con palabras dulces y alegres sonrisas, la señora Liénard se deja hacer la corte por el inspector general. ¡Vaya, mamá! dijo Simón. ¡Qué sabes de eso! Lo muy bien afirmó la señora Miguelina; ¡si salta a los ojos!... Hace una semana que está aquí y le ha hecho ya tres visitas a la propietaria de Rosalinda.

Y aquella luz que derramaba polvo de oro por todas partes, aquel cielo empapado de sol, aquella diafanidad vibrante en el espacio, ¿no era el propio himno a Venus, la canción impúdica y sublime del trovador de Turingia ensalzando la gloria del placer y de la terrena vida? ; aquello mismo era.

Mézclase en esto el amor propio como en todos los conceptos mentales, y con los afectos de interes, de partido, de vanagloria, y otros semejantes se mantienen sin querer exâminar y reconocer los verdaderos principios que han de servir de basa á sus discursos.

Pronto nos sirvió de guía el propio Convento, que vimos aparecer allá á lo lejos, al pie de una árida ladera de Sierra de Jaranda, que lo defiende de los vientos del Norte.

Vergara y el Obispo se han movido, En esto de salir, que no debieran, Al Perú: pero habiendo ya venido A Santa Cruz, nunca ellos vinieran; Allí les fuè por Chaves impedido El camino: yo creo que si pudieran Pasar, ellos pasáran; mas yo hallo Que en propio muladar bien canta el gallo. El Chaves á los Charcas va y camina, Dejándose á los pobres muy llorosos.

La prueba supone un raciocinio; no hay raciocinio sólido sin principio firme en que estribe; y no hay principio firme, si no está supuesta la existencia del ser que raciocina. En efecto: si quien discurre no está seguro de su existencia, no puede estarlo ni de la existencia de su propio discurso; pues no habrá discurso si no hay quien discurre.

Para estos prodigios no ha menester salir de propio, le basta ir destruyendo todo lo empírico, remontarse hasta el acto puro, por senderos misteriosos á todos desconocidos menos á él.

El moro oceánico es en general de regular corpulencia, estatura mediana, de color cobrizo amarillo, propio de la raza malaya; ojos obscuros y rasgados, cejas pobres, nariz roma y labios delgados, por más que el uso del bullo no permita apreciar esta circunstancia; la cara resulta enjuta de carnes aunque ancha por lo saliente de los pómulos.