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En este intermedio se manda á Payo de real orden que concurra á un combate singular y solemne con Mendo, ó con quien lo represente. Mendo, lleno de ansiedad, y desconfiando de sus propias fuerzas para la lid, pone todas sus esperanzas en su nieto; pero como no se presenta en el momento decisivo, se decide á pelear y hace sucumbir á su enemigo.

Al principiar este trabajo dijimos, y si no lo hacemos ahora, que si algún mérito tiene, es, que lo en él escrito, es producto de la verdad, y no emanación de ridículas fábulas, propias de una novela mas no de un viaje.

?Con tus propias manos? iCon mis propias manos! no; fue mi corazon el que marchito el suyo y le destrozo. He derramado su sangre, pero no ha sido la suya. Su sangre ha corrido sin embargo, he vislo su pecho desgarrado y no he podido curar sus heridas.

Los llamados latinos, al entregarse á esta admiración, dudaban de las propias fuerzas con un pesimismo irracional. Ellos eran los primeros en decretar su muerte. Y los orgullosos germanos no tenían mas que repetir las palabras de estos pesimistas para afirmarse en la creencia de su superioridad.

Así, pues, no le preocupe la opinión de los demás: deje a un lado todo prejuicio, siga sus propias inclinaciones y ame usted a quien le ama. Gracias, señor Delaberge respondió ella, premiándole sus consejos con una mirada llena de ternura; tiene usted razón completa, y no escucharé sino la voz de mi corazón.

No se deben imponer sacrificios superiores a las fuerzas humanas. Si el corazón se te conserva en el tamaño que ahora tiene, si no hay medio de recortarlo, si se te pronuncia, ¿qué le vamos a hacer? Dentro del mal, veamos qué es lo mejor entre lo peor, y...». Feijoo rebuscaba las palabras más propias para expresar su pensamiento.

Mis antiguos estudios en alquimia, dijo por vía de observación, y mi residencia de más de un año entre un pueblo muy versado en las propiedades de las hierbas, han hecho de un médico mejor que muchos que se han graduado. Oye, mujer, la niña es tuya, no tiene nada mío, ni reconocerá mi voz ni mi rostro como los de un padre. Adminístrale por lo tanto esta poción con tus propias manos.

-Sea en buena hora -respondió la duquesa-: yo os daré mañana una diciplina que os venga muy al justo y se acomode con la ternura de vuestras carnes, como si fueran sus hermanas propias.

Estas neuralgias son con frecuencia tirantes y calambroides, con dolores como de contusion, y, cosa notable, el sudor en la palma de las manos que es un síntoma de la cicuta, y la sequedad de la garganta que es otro del acónito, acompañan por lo regular á las neuralgias propias de la cicuta.

Como el filósofo aleman se expresa por lo comun con bastante oscuridad, y emplea un lenguaje desusado, que fácilmente se pudiera prestar á interpretaciones diferentes, insertaré sus propias palabras: de esta suerte el lector juzgará por mismo, y rectificará las equivocaciones en que pueda yo incurrir, al comparar la doctrina de Kant con la de los aristotélicos.