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Era aquella sensación primera de miedo y vergüenza de que se siente poseído el escolar cuando le ponen delante de sus compañeros, que han de ser pronto sus amigos, pero que al verle entrar le dirigen miradas de hostilidad y burla. Las recogidas que encontró al paso mirábanla con tanta impertinencia, que se puso muy colorada y no sabía qué expresión dar a su cara.

La puerta se abrió y la doncella nos recibió en un saloncillo que precedía al cuarto de vestirse de Jenny. Por la puerta entreabierta venía hasta nosotros una viva luz, un olor de agua de tocador y un susurro de palabras. De pronto se oyó una vocalización; era que la cantante ensayaba, sin cuidarse de nuestra presencia, mientras cambiaba de traje.

Así saldrá usted pronto de aquí; le perderé de vista, que bien lo necesito; porque usted, apreciable niño, ya iba resaltándome pesado con sus asiduidades de adorador y su muda admiración de pegajoso. Allá en Madrid se curará de tales tonterías... No me diga usted que no; no haga juramentos. ¡Si sabré lo que son los jóvenes! Usted es igual que todos.

Entonces Gloria, de repente, a la mitad de una frase, se levantaba enojada consigo misma y me decía bruscamente: Adiós; hasta mañana. Dame la mano siquiera para despedirte. Me la daba, y yo la retenía a la fuerza algunos minutos más. De pronto alzaba la cabeza en señal de susto, y decía en voz alterada: ¡Siento ruido! Yo, estremecido, soltaba la mano, y ella se alejaba riendo del engaño.

Milagros se sonrió, como un enfermo que hace esfuerzos por distraerse. Pronto volvió a caer en aquella honda tristeza que la aplanaba como una fiebre consuntiva.

Al pronunciar sin intención la frase, Nucha, desde el suelo, alzaba la mirada hacia Julián. La descomposición de la cara de éste fue tan instantánea, tan reveladora, tan elocuente, tan profunda, que la señora de Moscoso, apoyándose en una mano, se irguió de pronto, quedándose en pie frente a él.

Sólo el abad pareció pronto á lanzarse sobre el rebelde novicio, pero dos monjes que junto á él se hallaban lo asieron por los brazos y lograron ponerlo fuera de peligro. ¡Está poseído del demonio! gritaban los fugitivos. ¡Pedid socorro!

La retirada se convirtió en huida muy pronto. Tal como un rebaño de ciervos huye y se desbanda perseguido por los chacales, así los hijos generosos de Lancia huyeron aquella noche memorable, perseguidos por los civiles sedientos de sangre. El suelo quedó sembrado de instrumentos de bronce, testigos de la afrenta.

Aunque incompleto y velado por la educación y la hipocresía, el mal llegó claro a sus ojos, causándola una sensación parecida a la que sufriría quien, hecho sólo a respirar aire puro, entrara de pronto en una atmósfera viciada.

Imaginábame a Henzar con la espada en una mano, la llave en la otra y en los labios su cínica sonrisa, pero no conocía con certeza sus designios. Pronto salí de dudas.