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Las autoridades no examinaban previamente las producciones dramáticas, bastándoles vigilar con indulgencia la representación; y los alguaciles, encargados especialmente del buen orden y de la policía de los teatros, al parecer no se proponían otro objeto que el asegurar las entradas en la caja de las compañías . Cayeron por estas causas en desuso las disposiciones legales sobre los teatros, que se promulgaron en el año de 1587, aprovechándose los empresarios ó directores de la ocasión para libertarse de las restricciones que se les habían puesto, bailándose en la escena hasta las danzas prohibidas, como la Zarabanda, la Chacona, etc.

11 Y los de su ciudad, los ancianos y los principales que moraban en su ciudad, lo hicieron como Jezabel les mandó, conforme a lo escrito en las cartas que ella les había enviado. 12 Y promulgaron ayuno, y asentaron a Nabot a la cabecera del pueblo.

Horace Mann el prólogo en que explica esta génesis de sus ideas. Así resulta en nuestra historia este aparente absurdo: que los caudillos «federales», dominados por Rosas, rehicieron la «unidad» argentina, rota por los unitarios quiméricos de 1826, y que los emigrados «unitarios» promulgaron la «federación», al regresar al país después de Caseros.

Quien así se expresa tratando de excitar el odio filipino contra los japoneses, para crearnos primero desconfianza, luego conflictos, es un extranjero, y en la lengua en que él mismo escribe están escritas las obras de teatro y las novelas inmorales que vienen a Filipinas; en su lengua también se promulgaron en nuestro país las leyes y reglamentos instituyendo las galleras, la lotería, los juegos de billar, creados como recursos del Estado, como cosa que los filipinos no podíamos combatir en nuestro antiguo régimen político, sin combatir al mismo tiempo al propio gobierno que hacía del vicio una fuente contributiva y que, para aumentar su ingreso en este sentido, tenía que fomentar esos vicios, lo mismo que el del opio en los fumaderos oficiales.

9 Y aconteció en el año quinto de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, en el mes noveno, que promulgaron ayuno en la presencia del SE

Por esto, el mismo Licurgo se vió obligado á confesar que el triunfo de Lacedemonia se debia á Tirteo. Los Lacedemonios, salvados por la poesía, que en vano habian procurado proscribir, dieron á Tirteo el título de ciudadano, y promulgaron una ley para que en adelante sus poesías fuesen recitadas á los ejércitos de la república, reunidos en torno de la tienda de campaña de sus Generales.

A pesar del valer innegable y extraordinario de los soberanos consortes, de su energía subida de punto, de las terríficas y espantables anatomías que hicieron y de las sabias leyes que promulgaron, repito que no acierto á explicarme la aparición poderosa y preeminente de España entre las demás naciones, si el germen de su grandeza no hubiera estado latente, pero vivo y pronto á brotar, en las entrañas del pueblo todo.