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Antes que Lison de Biedma pidiese en las Córtes al rei Felipe IV la veda de las mercaderías estrañas, el doctor Sancho de Moncada habia querido demostrar en su Restauracion política de los pueblos de España, que su remedio estribaba tan solo en que los españoles fuesen los únicos que se ejercitasen en las artes i oficios: en que no se sacasen de estos reinos materiales para con ellos fabricar mercaderías; i en que se prohibiese la introduccion de aquellas que hubiesen sido labradas por los estranjeros.

Y con el corazón enternecido, llenas de buen deseo, proponían medios para aliviar a aquellos desgraciados. Unas pretendían que debía fundarse un buen hospital; otras hablaban de una tienda-asilo donde los obreros encontrasen los alimentos más baratos; otras aspiraban a que se prohibiese trabajar a los niños; otras a que los operarios trabajasen una horita al día nada más.

Si estas leyes se hubiesen aplicado con rigor, su influjo en los teatros y en la poesía dramática hubiese sido, sin duda, duradero; parece, sin embargo, que, así estas medidas gubernativas como otras anteriores, cayeron pronto en desuso, porque pocos años después el austero arzobispo de Sevilla, confesor de Felipe IV, intentó suscitar en el Rey escrúpulos de conciencia para que prohibiese esas funciones, diciéndole en su petición, dirigida á este objeto, que los comediantes se vestían con el mayor lujo, y que en todas partes había teatros, representándose en algunas poblaciones hasta dos ó tres comedias, con las decoraciones más costosas, mientras que el Rey y la religión católica carecían de recursos para defenderse de enemigos y de herejes; y que la prohibición de representar comedias, desde 1644 á 1649, no fué perjudicial al Estado.

Elena tiene el sereno candor de aquellas vírgenes. ¿No te gusta, como a , esa valentía y esa misericordia para con la pecadora? En la «Villa Sol» encontramos a Lacante esperándonos sentado a la sombra del único tilo, y Polidora le contó sin tomar aliento la aventura de la Briffarde y le rogó que prohibiese a Elena volver a casa de aquella mujer de mala vida.

Era en vano que su primo las prohibiese salir a las rejas. Burlábanse de él y su madre, añadiendo que ellas no habían nacido para monjas. Escuchaban con gesto hipócrita las pláticas del confesor de doña Elvira recomendándolas la sumisión, y hacían uso de toda clase de astucias para comunicarse con los galanes de a pie y de a caballo que rondaban la calle.

La lucha entre los poderes locales y el poder central, fue por aquellos tiempos en estremo porfiada, especialmente en Aragón, y sobre todo en la ciudad de Teruel, y aunque las Córtes de Monzon celebradas en 1585 decidieron que las ciudades y comunidades de Albarracin y Teruel podían acudir al Justicia como todos los aragoneses, pero que no podían hacerlo en los casos en que se lo prohibiese algún fuero o ley particular: esta sentencia no dejó satisfechos ni a los partidarios de la autoridad real ni a los defensores de los fueros: cada cual la interpretaba a su modo cuando era menester aplicarla, y en tal estado las cosas, llegaron las alteraciones y sublevación de Zaragoza, de los años 1591 y 1592.

Lo peor era que el disimulo me imponía nuevas dilaciones, y entretanto podía morir el Rey o podían transportarlo a otra prisión desconocida para . Durante aquella tregua tuve el consuelo de ver que Flavia aprobaba cordialmente mi edicto contra el duelo, si bien me rogó que lo prohibiese en absoluto. Lo haré después de nuestra boda le dije sonriéndome.

Hasta es ridículo mi antojo de que sea virtuosa la sociedad que frecuenten. ¿Dónde voy a hallar eso? La sociedad no es virtuosa ni viciosa. Lo son las personas que la componen. Y el vicio es más común que la virtudOtras veces pensaba don Braulio: «Si yo prohibiese a mi mujer que fuese a acompañar a la Rosita, todos los que lo supiesen o presumiesen se burlarían de ..., y con razón.

Podríamos, si no nos lo prohibiese el plan que nos hemos trazado para tratar de este período, citar un catálogo considerable de dramas italianos, clara y evidentemente de origen español; pero basta á nuestro propósito indicar sólo algunos.

Alderete, provisor á la sazon, que lo prohibiese con el mas suave modo; pero habiendo una noche la gente derribado y hecho pedazos las cruces, para desagravio de tamaña injuria determinó el cabildo, que bien compuestas y engalanadas, las pusiesen en el trofeo que en honor de los mártires habia erigido Ambrosio de Morales, y que de allí se llevasen en procesion á la catedral para colocarlas en la capilla mayor al lado del Evangelio.