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Mi trabajo, mis viajes frecuentes á los vecinos departamentos, mi afición á la soledad, me tienen á menudo alejado del castillo, cuyas reuniones bulliciosas huyo sobre todo. Puede muy bien que la amistosa acogida que hallo en él, sea debida en gran parte á lo poco que me prodigo.

Los primeros sermones que pronunció fueron de hombre que ha comenzado a estudiar: al cabo de un año, la santificación de las fiestas, la Inmaculada Concepción, los carceleros del Papa, los milagros modernos, las impiedades del matrimonio civil, la infamia llamada libertad de cultos, fueron sus temas favoritos; y los campesinos, que al principio no le entendían, empezaron a entusiasmarse con su palabra, de la que no fue avaro, sino que la prodigó, experimentando algo semejante al orgullo de la misión cumplida.

Querido maestro le dijo sencillamente Pedro , heme aquí de nuevo... semejante al hijo pródigo... En una palabra, he tenido graves disgustos... lanzándome para olvidarlos en una miserable vida de calavera... sin conseguir mi objeto... y vengo hoy a buscar ese olvido en el seno de mis antiguos amigos... no sin confesar que por ahí debiera haber empezado.

Lope de Vega, en el acto II de El Caballero del milagro: «TRISTÁN. ¡Cosa es de ver la vida deste mozo! ¡Qué ricamente viste, y cómo gasta! ¿Cómo juega tan pródigo y reparte lo que tiene entre todos sus amigos, sin que le conozcan en su tierra dos florines de renta o patrimonio? Cito por la edición de Sevilla, Hernando Díaz, 1569, la más antigua de las tres de que poseo ejemplares.

Riendo como un desvergonzado bruto, dijo a su hermana: «Abur, chica». Al punto echó Isidora de menos sus diamantes de tornillo, que aunque falsos, valían cuatro duros. ¡Cuántas lágrimas derramó aquel día! Mariano estuvo una semana sin parecer por la casa de Relimpio. Una noche, cuando menos se le esperaba, apareció al fin avergonzado, compungido, la ropa hecha jirones, imagen del hijo pródigo.

Se levantó, no obstante, de buen humor y la prodigó muchas delicadas atenciones que no acostumbraba á usar: bebió y comió con apetito y estuvo locuacísimo todo el día. Por la noche agasajó á sus amigos en celebridad de la reconciliación, y éstos pudieron notar que su alegría era excesiva y que había depuesto aquella gravedad displicente que rara vez le abandonaba.

En el punto de honor, era un caballero antiguo, abierto, desprendido, pródigo hasta el exceso con las mujeres; calavera sin escrúpulos en materias parvas; burlón de los avaros y de los necios, lengua libre y corazón de oro en medio de los terribles defectos mundanos que le atribuían ciertas mamás consternadas por su mala fama.

Con la satisfacción de un duque que cuenta sus ascendientes, el señor Esteban remontaba la cadena de los Luna hasta titubear y perderse en pleno siglo XV. Su padre había conocido a don Francisco III Lorenzana, el príncipe de la Iglesia fastuoso y pródigo, que gastaba las cuantiosas rentas del arzobispado construyendo palacios y editando libros, como un gran señor del Renacimiento.

En el debido punto los pusiste; Pero con los demas sin duda alguna Prodigo de alabanzas anduviste. Has alzado á los cielos la fortuna De muchos, que en el centro del olvido Sin ver la luz del sol, ni de la luna, Yacian: ni llamado, ni escogido Fue el gran pastor de Iberia, el gran BERNARDO, Que de la VEGA tiene el apellido.

Velázquez había saludado á Soledad fríamente en casa de Pepa durante la ceremonia. Aquélla le había contestado con mayor frialdad aún. Luego no habían vuelto á dirigirse la palabra ni á mirarse siquiera. Mientras duró la comida el majo afectó mucha alegría y prodigó á su pareja mil delicadas atenciones procurando hacerlas bien ostensibles.