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A su vuelta a Saboya, hicieron que la amiga viniese con ellas para prodigarle a su vez la hospitalidad que de ella habían recibido; estaban, como es natural, satisfechas de poderle ofrecer su patria, su castillo, cuantas consideraciones gozaban en su provincia y en los dominios que les habían sido restituidos en parte.

La servidumbre se vengaba con placer de los minuciosos cuidados que antes se veía obligada a prodigarle, de aquellas ásperas reprensiones que recibían por su causa. En particular Concha, la microscópica doncella, experimentaba una alegría indecible, propia de su carácter maligno y rencoroso, cada vez que la señora mostraba de algún modo su desdén por la niña recogida.

Aquella noche había Carolina confiado sus desdichas e historia a Catalina, y esta excéntrica señorita, en lugar de prodigarle los consuelos de la amistad, mostrábase vehemente, indignada contra la indecisión de Carolina, y defendía las pretensiones de la señora de Ponce del modo más entusiasta y convincente.

La joven se moría de placer deslumbrando de este modo, haciendo padecer a sus envidiosas conocidas. Porque el Duque no se ocultaba para prodigarle mil atenciones galantes, ni ella para ostentar un grado de confianza con él superior al de los demás de la familia. Gonzalo había observado, con secreto disgusto, aquella intimidad.

Amaury, compadecido de su amigo, estuvo tentado a correr tras él para detenerle y prodígarle consuelos; pero en aquel instante oyó las diez y se acordó de que a las once le esperaba Magdalena. 15 de mayo «Por lo menos no me separaré de mi hija; se quedarán a mi lado; yo iré a donde ellos vayan y viviré con ellos.

Se apresuró a prodigarle todos los cuidados que en el momento se le ocurrieron. Entre la patrona y él le bañaron las sienes con agua fría, le hicieron oler algunos pomos de los que ella traía en su saquito de mano. No tardó mucho en abrir los ojos. Estuvo algunos momentos con la mirada seria y fija en el sacerdote. Luego sonrió dulcemente. La huéspeda se apresuró a ofrecerse.

Pero cultivaba su amistad comprendiendo que en todo momento podría confiar en los buenos oficios de su discreción y de su bondad. Ahora la divertía el tono afectado con que le reprochaba sus inconsecuencias con Muñoz. ¿Me prometes insistía ser leal, quererle de verdad, prodigar en este amor tu corazón? Te prometo respondió Adriana imitando su énfasis no traicionarle jamás, prodigarle mi corazón.

El oficial de sala de la Audiencia que fue a leerle la sentencia a la cárcel se creyó en el deber de prodigarle consuelos. El caso no era desesperado. El Tribunal Supremo podía aún casar la sentencia. Si esto no sucediese, él era todavía joven y volvería seguramente del presidio, sobre todo teniendo en cuenta las rebajas de tiempo que el gobierno otorga de vez en cuando, etc., etc.

Estas y otras razones le esponia Isabel, y ella en su frenesí, no respondió mas que: «Son inútiles los ruegos del mundo entero: no cejaré ni un ápice... El padre de mis hijos!... yo quiero verlo»... Pronunciaba estas palabras, y anegada en lágrimas, se arrojaba al suelo, rechazando los cuidados que todos trataban de prodigarle.

Y así por desagravio, como por la superior admiración que su impasibilidad le causaba, como por el convencimiento más firme cada vez de que no habría de enamorarle, hiciera lo que hiciera, se dejó llevar de su afición a prodigarle finezas y a darle las pruebas más lisonjeras de amistad profundísima.