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Esos señores han tenido el deseo de arrebatar á Freneuse de su prisión y traérsele á Europa y han ejecutado su plan con una suerte rara. Ya está el condenado en libertad. Pero de eso á probar su inocencia hay la misma distancia que de la Nueva Caledonia á Inglaterra.

¿Que se me puede probar? , con el testimonio del duque de Lerma, y con el mío. Y bien, aunque se me pruebe que yo sabía eso... Habéis matado á don Juan de Guzmán junto al postigo de la casa de doña Ana; allí, junto al cadáver, hierro en mano, os ha encontrado la justicia. ¿A qué íbais por allí, señor Francisco Martínez Montiño?

»Todos convinieron en que él, en aquella guerra admirable del hombre contra la Naturaleza, había probado todo cuanto humanamente podía probar la ciencia, cuyos recursos quedaban ya agotados.

Os lo juro que yo, ni aun siquiera sabía que podía encontrármele. ¡Mentís! vos sabíais demasiado que don Juan de Guzmán, á más de ser amante de vuestra mujer... ¡Ah! no, no, tío Manolillo; eso ha sido una equivocación. Sabíais insistió el bufón , que á más de ser amante de vuestra mujer, lo era también de cierta dama buscona: de doña Ana de Acuña... ¡Ah! ¡no! ¡no! Se os puede probar.

Las medicinas que usted le da, no le hacen ningún efecto. Hoy hemos hablado mi tía y yo. Antes de llevarle a un manicomio, es preciso probar algún otro medicamento. ¿No se decide usted a darle eso que decía?... no me acuerdo cómo se llama... eso que suena así como un estornudo...». ¡Ah!, el hatchiss... lo prepararemos.

Debemos señalar al pueblo cuáles son sus enemigos, sus enemigos de siempre dijo el Doctrino. Pues eso es lo que yo decía afirmó Aldama, decidiéndose, después de grandes vacilaciones, á probar el contenido de la botella. Digo lo mismo repitió Cabanillas. Hoy estamos peor que antes: no hay otra diferencia sino algunas palabras más en nuestras bocas.

«No, eres la que tienes que probar que lo has parido... Pero no pienses locuras, y tranquilízate ahora, que mañana hablaremos». ¡Ay, mamá! dijo la nuera enterneciéndose . ¡Si usted le viera...! Barbarita, que ya tenía la mano en el llamador de la puerta para marcharse, volvió junto a su nuera para decirle: «¿Pero se parece?... ¿Estás segura de que se parece?...». ¿Quiere usted verlo?, o no.

En este tiempo estaba gran riqueza De barras en la playa, y por el llano La gente acude luego con presteza, Y viendo que surgia el Luterano, Sacaron fuerzas, todos, de flaqueza, Pensando de probar allí la mano: Los hombres con las armas acudieron, Las mugeres tambien allí salieron.

Después, buscando en la biblioteca, halló el Genio del Cristianismo, que fue una revelación para ella. Probar la religión por la belleza, le pareció la mejor ocurrencia del mundo. Si su razón se resistía a los argumentos de Chateaubriand, pronto la fantasía se declaraba vencida y con ella el albedrío.

Los malos, replicó Jesrad, siempre son desdichados, y sirven para probar un corto número de justos sembrado sobre la haz de la tierra, sin que haya mal de donde no resulte un bien. Empero, dixo Zadig, ¿si solo hubiese bienes sin mezcla de males?