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La señora Chermidy, concibió, acarició, debatió y rechazó la idea de un crimen mientras cerraba la sombrilla y saludaba a Germana, que no la conocía. Germana la acogió con esa gracia y esa cordialidad que es privativa de los venturosos en el mundo. La visita de una desconocida no tenía para ella nada de sorprendente.

Su esposa se alegró de aquel retiro forzoso, aunque deplorase que viniera al seno de la familia con un hombro de algodón. Consideraba como virtud excelsa, privativa del militar, la energía lo mismo en el campo de batalla que tomando café en el casino. Sus disputas, sus baladronadas en este centro de recreo eran proverbiales en Peñascosa y las bofetadas que solía repartir al final de ellas también.

Entre las primeras contaría, sin duda, el guión, insignia privativa de los capitanes generales de mar y tierra, que era un cuadrado de damasco carmesí puesto en asta de lanza, pintado en la tela un crucifijo . De estas insignias hay varios ejemplares en la Armería real, comprendiendo la que usó D. Juan de Austria, y que era semejante la del primer Almirante da las Indias, se colige por referencia de Ramusio de llevar «Una banniera nella quale era figurato il Nostro Signore Jesucristo in croce

Y entonces tomarán de cada parte el templo y el palacio, en que se reflejan la vida civil y religiosa del magnate y del pueblo, su fisonomía especial y privativa, para no volverse á confundir hasta que en uno ú otro campo la soberbia mole de la civilizacion se desplome y quede reducida á escombros.

Había, por último, en el porte y continente de D. Luis aquel indescriptible sello de distinción y de hidalguía que parece, aunque no lo sea siempre, privativa calidad y exclusivo privilegio de las familias aristocráticas. Al ver a D. Luis, era menester confesar que Pepita Jiménez sabía de estética por instinto.

Pero ahora resulta que soy dromedario por ser sacerdote.... La verdad; eso, Belarmino, es una grosería, impropia de ti. Belarmino hizo un gesto conmiserado, resignado, como diciendo: tendré que metérselo en la boca con cuchara. Y explicó la ya conocida alegoría del dromedario y el camello, dejando boquiabierto al fraile. Concluyó Belarmino, ya en su jerga privativa.

Expulsados ya los judíos y los moriscos, no me parece bien ni fácil que saliésemos hablando en árabe o en hebreo, lo cual tendría además el inconveniente de no ser nuestra lengua propia y privativa. Todo, sin embargo, tiene remedio.

El orgullo nobiliario latía aún más vivo en el corazón de su padre que el sentimiento religioso; pero sabía aliarlos tan bien en el fondo de su conciencia, que había llegado a creer que la religiosidad era una cualidad privativa de los aristócratas, y que por ella se distinguían mejor que por ninguna otra del vulgo despreciable.