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Yo no soy profeta, y aunque lo fuese, en vez de remedar á Jeremías, remedaría á los profetas alegres, ó sería el primero de ellos, si antes no los hubo.

Verdad es que para poner remedio a aquel mal era ya menester que los pacientes lo supiesen primero, condición terrible para el enamorado don Braulio, quien, atormentado por sus vagas y melancólicas imaginaciones, no advertía nada de lo que en realidad estaba pasando en torno suyo, y cuyo corazón, que tanto se angustiaba sólo con presentir la pérdida del cariño de Beatriz, parecía que no había de tener resistencia bastante para sufrir el rudo golpe de la certidumbre y la realización de su presentimiento.

Había en toda la casa un silencio de muerte. Sacándose el anillo de Muñoz, sin saber por qué, se volvió a la sirvienta y le pidió en voz baja que lo guardara. Parándose en el umbral, suspensa, lo primero que vio fue la cara de Laura hundida en el blanco almohadón. Sentado a la cabecera de la cama, Julio tenía una mano de la enferma entre las suyas.

Primero voy a pagar honradamente lo que he perdido repuso Bando; para irse hay tiempo... «anque» sea al otro mundo...

Inquisidor dió la absolutión a los reios, a los sospechosos de leui primero y luego a los de veementi y ultimamente a los deformati, y en la misma orden adjuraron según la sospecha en su línea, y en el interín se resaua el salmo del Miserere por el dicho Sr.

¡Ah! ¿conque es decir que las coimas son aquí primero que las viandas de su majestad?

Primero, en el lienzo que hoy figura en el Louvre, después en uno que hay en la Galería Imperial de Viena y luego en los dos de Madrid, donde esta en pie con rico traje negro galoneado de plata, descomunal peluca de tirabuzones largos, tocado de plumas blancas, el cuerpo aprisionado brutalmente en la cotilla y en la mano izquierda un pañuelo blanco que destaca sobre la falda voluminosa acampanada y rígida.

Rafaela, que la había tomado primero por maestra, acabó por tomarla por acompañanta. La sentaba a su mesa, la llevaba consigo a misa, a tiendas y a paseo, ya a pie, ya en coche, y en sus tertulias le encomendaba que sirviese el y que diese conversación a los tertulianos más fastidiosos y ordinarios.

Fáltale el aliento, no puede articular palabra, y cae desmayado á sus plantas. Cunegunda se cae sobre el canapé: la vieja los inunda en aguas de olor; vuelven en , se hablan; primero en voces interrumpidas, en preguntas y respuestas que no se dan vado unas á otras, en suspiros, lágrimas y gritos.

Sin embargo, como lo primero es el partido, voté. Luego tuve que ir al Círculo para buscar a uno. ¿Jugaste? Poco: hasta las siete. ¿Y qué tal? Medianamente; gané mil pesetas. Pues me vienen al pelo.