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Sin ser rigurosamente viuda, tiene un hijo, gordo también, que se roe las uñas y estudia en el Instituto. Se llama Joaquín, y por ternura Quinito; sufrió en esta primavera no qué grave enfermedad que le obliga a tomar interminables horchatas y baños de asiento, y está destinado por doña Paulina a la burocracia, que considera, con mucha justicia, la carrera más segura y más fácil.

Y ella volvía la cara hacia aquel lado donde la primavera nacía cantando amores, y sentía todo su ser congestionado por el hechizo de vivir y por la ilusión de amar....

Llegó la primavera. Los vientos del N. E., a modo de escoba gigantesca manejada por la mano de algún dios aficionado a la limpieza, barrían a menudo el polvo y la ceniza del firmamento.

Aquél era el verdadero amigo, el padre, la madre, todo». La Marquesa estuvo poco tiempo junto a su amiga enferma; le tocó la frente y dijo que no era nada, que tenía razón Somoza, la primavera médica... y habló de zarzaparrilla y se despidió pronto.

A propuesta de la enferma, arrendaron una casita en los arrabales de la población, para esperar allí la primavera que llegó tarde aquel año, y la convalecencia de la señora de Ponce que no vino jamás. No obstante, era paciente y dichosa. Le gustaba observar cómo retoñaban más allá de su ventana los árboles desconocidos para ella en California, y preguntar a Carolina sus nombres y sus frutos.

1623, En la primavera y verano de 1623 hubo en Madrid muchas fiestas y representaciones teatrales, por hallarse en ella el príncipe de Gales, que fué luego Carlos I de Inglaterra.

Y esta dicha mezquina me la turba esa gentuza con sus calumnias... ¡Hay para matarlos! Dominado por el grato recuerdo de la primavera que había florecido en sus primeros años de obispo, allá en una diócesis andaluza, repetía a Tomasa, una vez más, sus relaciones con cierta dama devota que sentía desde la niñez horror al mundo.

Durante la primavera y el verano reuníanse los Cuarenta y cinco en el vestíbulo de la sociedad y parte de la calle, sentados en sillones de junco, a esperar los telegramas de las corridas. Creían poco en las opiniones de la prensa; además, necesitaban conocer las noticias antes de que saliesen en los periódicos.

¿Con quién?, ¿con quién había de ser?, con su ruiseñor; así tendrá usted eterna primavera en el corazón. ¡Es tan guapa, tan sandunguera, está tan amoldada a sus mañas de usted, que ni ella puede vivir sin usted ni usted sin ella! ¡Si se están ustedes queriendo como dos tortolillos!, que eso salta a la cara.

Le indicó un asiento enfrente de ella, dejó la labor sobre la mesa y cerró la ventana. El sol empieza á nublarse, dijo, y hace fresco. Esta primavera inglesa es glacial. ¿Hace mejor tiempo en América? ¡Oh! En América todo es mejor. Las estaciones no engañan, ni los hombres. Sorege levantó la cabeza. La alusión era directa; el ataque comenzaba y había que responder inmediatamente.