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Sancho, que consideró el peligro en que iba su amo de ser derribado, saltó del rucio, y a toda priesa fue a valerle; pero, cuando a él llegó, ya estaba en tierra, y junto a él, Rocinante, que, con su amo, vino al suelo: ordinario fin y paradero de las lozanías de Rocinante y de sus atrevimientos.

»En los tres días primeros nunca Lotario le dijo nada, aunque pudiera, cuando se levantaban los manteles y la gente se iba a comer con mucha priesa, porque así se lo tenía mandado Camila.

Por nuestro Señor, cuanto ha que en ella vivo, gota de vino ni bocado de carne no he comido ni he habido descanso ninguno; mas, ¡tal vista tiene y tal oscuridad y tristeza! Ve y ven presto, y comamos hoy como condes," Tomo mi real y jarro, y a los pies dándoles priesa, comienzo a subir mi calle encaminando mis pasos para la plaza, muy contento y alegre.

Como andaban de priesa estos extrangeros, diéron la vuelta al globo en treinta y seis horas: verdad es que el sol, ó por mejor decir la tierra, hace el mismo viage en un dia; pero hemos de reparar que es cosa mas fácil girar sobre su exe que anclar á pié.

Francisco, como dije, la atraviesa, Y en Lima dió rebate al de Toledo: El descuido no dió lugar á priesa; Causò tambien su parte el grave miedo De aquella gran desdicha tan aviesa: Si lo que se sonaba decir puedo, Francisco all

Juan Andrea había días que daba priesa á la partida, por estar ya el fuerte en defensa, que no le faltaba más que el parapeto, y el caballero que él había tomado á cargo le había ya hecho. Lo demás, la gente que quedaba de guarnición lo podía hacer, pues no le faltaba otra cosa, estando ya las dos cisternas llenas de agua.

"Subieron luego a caballo, y diéronse priesa por llegar a poblado antes que anocheciese; pero faltóles el sol, y la esperanza de alcanzar lo que deseaban, junto a unas chozas de unos cabreros, y así, determinaron de pasarla allí." Quijote, 1.ª, X. puesto que, aunque. he visto.

Proveyeron de agua á muchas naves que les faltaba, que con la priesa del partir de Malta no habían tomado el agua que habían menester. De allí partieron todos juntos á Cabo de Palos, donde llegaron otro día.

Fué, que el bravo Ismail, harto empeñado en la revuelta bárbara pelea, el caballo perdió: cercado vióse de cristianos sin fin, que á grande priesa su desclavado arnés crujir hacian de rudos golpes bajo lluvia densa. ¡Es el Rey de Granada! voceaban. ¡Á prision recibidle! ¡No! ¡que muera! y el tumulto arreciaba á cada instante bramando en torno de la régia presa.

Habiéndose al otro dia esparcido la voz de que se iba á firmar la paz, dieron el general indio y el persa á toda priesa la batalla, que fue sangrienta.