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Ábrase la historia, no las que andan en manos de todos, sino otras algo íntimas, y que testigos presenciales dictaron. Pues qué, ¿se ha olvidado ya la condición sainetesca y un tanto arlequinada de nuestros partidos políticos en el período de su incubación?

Gran ventura habría sido para tropezar con testigos presenciales; pero no habiendo hallado ninguno que pudiera contar hechos de la primera época, tuve que fiar la empresa a las fatigas del trabajo inductivo y de probabilidades, auxiliado por datos de tercera mano y referencias incompletas o desvirtuadas.

Eran aquellas tertulias de la cocina una conmemoración incesante de los méritos del difunto, en todas las edades y circunstancias de su larga vida: a nadie le faltaba algo que recordar o referir o comentar. «Aqueya vista de oju que leía en la escuridá»; «el decir agudu de la su palabra»; «la mucha mano que tenía en todas partes para vencer imposibles, en bien de aquel vecindario»; este rasgo generoso; aquel dicho tan a tiempo; la blandura de su corazón, siempre abierto a las desdichas ajenas, igual que su bolsa inagotable; su saber de todo, su tener de todo para todos, y su vivir con nada; lo duro de su correa, su apegamiento al terruño natal; sus heroicidades de hombre, sus valentías de mozo; los donaires de su persona, el rumbo de sus bodas y lo rozagante de su mujer; siendo muy de notarse que en estas pinturas de las cosas de la juventud de mi tío Celso, siempre acudían presurosos don Pedro Nolasco o don Sabas el Cura a confirmarlas, cuando no a enriquecerlas con nuevos y muy curiosos datos, con la autoridad irrecusable de testigos presenciales.

Y he aquí lo más admirable, lo que para nosotros, testigos presenciales de la cruenta campaña, constituye el más hermoso timbre de gloria con cuya posesión pueden envanecerse las tropas cubanas: esos soldados, instruídos para operar en grandes núcleos, para dar batallas campales, para batirse en campo abierto, esos soldados, que por las lecciones que recibieron solo parecían capaces de hacer lo que podríamos llamar "la guerra seria", han demostrado que, llegado el momento, cuando las circunstancias así lo exigen, pueden y saben hacer la guerra irregular; que para ellos las formaciones en columna, los brillantes despliegues, las líneas estratégicas, las cargas por escuadrones, las retiradas escalonadas, los fuegos de "boleo", las postas cosacas; y hasta las tiendas de campaña y los zapatos solo tienen un valor relativo.

Pero esta obra apasionada fue indigna de la credulidad que le dispensó la ignorancia general. Las afirmaciones del editor Bry, que jamás estuvo en las Indias, que imprimió todo cuanto le ofrecían siempre que fuese contra España, y vivió un siglo después del descubrimiento, se aceptaron con el mismo respeto que si fuesen documentos de testigos presenciales.

Nosotros, testigos presenciales de tan brillante acción, lo reproducimos en la misma forma en que apareció publicado en La Prensa, de la Habana; y al hacerlo reiteramos nuestra felicitación más calurosa y sincera al bravo general Mendieta y á los brillantes oficiales y abnegados soldados que combatieron á sus órdenes aquel día.

La empeñada contienda sostenida desde 1630 á 1640 entre recoletos y jesuitas por la posesión material y espiritual del territorio de Lanao, cuando el mahometismo aún no había extendido por allí su influencia, fué lo que facilitó al astuto sultán de Mindanao, Cachit Corralat, agrandar sus dominios á poca costa con la conquista político-religiosa por él realizada, á la sombra del gran desprestigio en que el cristianismo cayó entre los Malanaos, testigos presenciales de la enconada lucha que mantenía en irreconciliable rivalidad á jesuitas y recoletos.

Cuentan los testigos presenciales de la anterior manifestación Pipaónica, que las ilustres personas a quienes el cortesano se dirigía no le dieron todo el crédito a que por sus honrados antecedentes era acreedor D. Juan. Mas, ¿por qué no hemos de admitir una versión que tanto honra al bueno de Bragas?

Testigos presenciales de las vicisitudes y los incidentes de la penosa campaña que acaban de librar nuestras tropas en Oriente, hemos tenido oportunidad de admirar en muchas ocasiones la increible resistencia de los soberbios corceles del Tercio Táctico, de la Guardia Rural, que una vez aclimatados resisten admirablemente la temperatura tropical y son capaces de realizar jornadas increibles, lo mismo por la sierra que por el llano, sin experimentar el más leve quebranto.

La autoridad que hemos seguido principalmente, esto es, un manuscrito de fecha muy antigua, redactado en vista del testimonio verbal de varias personas, algunas de las cuales habían conocido á Ester Prynne, mientras otras habían oído su historia de los labios de testigos presenciales, confirma plenamente la opinión adoptada en las páginas que preceden.