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Son vulgares las expresiones: «esto es así, es evidente; pero supongamos que no lo sea; ¿qué resultará?» «Esta demostracion es concluyente, pero prescindamos de ella, supongamos que no la tenemos, ¿cómo podriamos demostrar lo que deseamosLos argumentos ad absurdum tan en uso en todas las ciencias, y muy particularmente en las matemáticas, estriban no solo en prescindir de lo que conocemos, sino en suponer una cosa directamente contraria á lo que conocemos. «Si la línea A, dice á cada paso el geómetra, no es igual á la B, será mayor ó menor; supongamos que es mayor: etc. etcPor manera que para la investigacion de la verdad prescindimos frecuentemente de lo que sabemos, y hasta suponemos lo contrario de lo que sabemos.

En tal caso el cuerpo sobra; y no hay razon porque estén unidos. Si admitimos las sensaciones y prescindimos de la razon, el hombre se nos convierte en un bruto.

Despues que por el discurso nos hemos elevado á dicho conocimiento, tampoco nos es posible explicar desde aquel punto de vista la existencia de lo finito por sola la existencia de lo infinito; porque si prescindimos de la existencia de lo finito, desaparece el discurso por el cual nos habiamos elevado hasta el conocimiento de lo infinito, y por consiguiente se hunde todo el edificio de nuestra ciencia.

Resta, se me dirá, una cosa que puede ser. ¿Qué significa una cosa? Supuesto que prescindimos de todo lo determinado, cosa no puede significar sino un ser; tendremos pues que una cosa que puede ser, equivaldrá á un ser que puede ser.

Cuando nos ocupamos de la esencia prescindiendo de la existencia, el objeto es el conjunto de las propiedades que dan al ser tal ó cual naturaleza; prescindimos de que estas existian ó , y solo atendemos á lo que serian si existiesen.

Cuando esta base nos falta, porque prescindimos de ella, no nos queda del cuerpo mas que una idea general de ser, ó de substancia, sin nada que le caracterice y le distinga de lo demás. Todo esto lo hallamos en el órden de nuestras ideas; pero no podemos inferir, que en los cuerpos mismos no haya en realidad nada mas que extension.

Es indudable: si prescindimos de la extension, si esta sensacion, ó idea, ó sea lo que fuere, que sobre ella tenemos, no la realizamos en lo exterior, si no la consideramos como una representacion de lo que existe fuera de nosotros, todo se trastorna; no sabemos qué pensar ni de nuestras sensaciones, ni de sus relaciones con los objetos que las causan: todo da vueltas en derredor, nos falta una de las bases de nuestros conocimientos, tendemos en vano los brazos para asirnos de algun punto fijo, y preguntamos con desconsuelo, si todo lo que sentimos no es mas que una pura ilusion, si serán una verdad las extravagancias de Berkeley.

En mecánica, los problemas de la composicion y descomposicion de las fuerzas, tienen un sentido físico en cuanto presuponen los datos de la experiencia; si prescindimos de esta, nada nos queda sino un compuesto de líneas que nada significan, cuando se las llama fuerzas: entonces la mecánica no es mas que un sistema de aplicaciones geométricas.

Pues bien, si prescindimos de la sensacion que en nada nos ofrece sino la conciencia de ella misma, ¿qué encontramos? la impenetrabilidad. ¿Y qué entendemos por impenetrabilidad? La imposibilidad de ocupar dos cuerpos á un mismo tiempo el mismo espacio. Ya nos encontramos con la extension. Si por dureza entendemos la cohesion de las moléculas, ¿en qué consiste la cohesion?

Si bien, cuando concebimos la extension en general, en toda su abstraccion, considerándola con el puro entendimiento como una mera continuidad, prescindimos absolutamente de toda figura; no obstante, cuando hemos menester una extension aplicada, que nos sirva de recipiente de las sensaciones, nos es imposible hallarla sin una configuracion determinada.