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Nuestros antropólogos se enteraron en seguida de que se celebraba la fiesta de la santa patrona del pueblo, y no les pesó de llegar a este tiempo, porque el estudio concienzudo del instinto religioso en el animal humano les preocupaba hacía tiempo, sobre todo a Moreno.

Don Jacobo, en su jaula, ya no cantaba, y tendido e inmóvil contemplaba sobre su cabeza la pintura en colores chillones de una ninfa o diosa de la mitología. Quizá por primera vez, se le ocurrió que jamás había visto una mujer semejante, y que si la viera, probablemente no se enamoraría de ella. Tal vez le preocupaba otra especie de beldad.

Más que reunir dinero para el asilo, preocupaba a la dama el ver resuelto según su deseo lo que ella y su marido habían tratado la noche anterior. Movida de este afán, así que se marcharon Moreno y Villalonga, cogió por su cuenta al Delfín, y otra vez trataron ambos la cuestión de la ruptura.

Semejante idea preocupaba mucho á Cafetera, quien, como todos los de su laya, no concebía que ningún tribunal del reino alcanzase hasta el Muelle de las Naos con su vara, al paso que no podía recordar sentado y con paciencia la cara del Capitán del puerto.

Hay que advertir que el duque de Tornos pertenecía al partido moderado. Aunque en Sarrió ninguno de los dos bandos estaba bien definido en política, porque lo que les preocupaba era la lucha local, y se inclinaban siempre al partido vencedor, no cabía duda que en el Saloncillo predominaban los liberales, principiando por su eximio jefe. En el Camarote, los más eran retrógrados.

La hermosa casa que había mandado construir sobre las arenosas colinas, parecíale a veces solitaria y triste. A menudo, sorprendíase a mismo, tratando de reconstruir con las graves facciones de Carlos las de aquel niño cuyo vago recuerdo tanto le ocupó en el pasado y que tanto hoy le preocupaba. Imaginábase que era ésta señal de que se le acercaba la vejez y con ella una nueva infancia.

Era lo único que le preocupaba en aquel momento. Había renunciado á la vida: hasta la imagen de los suyos se fué borrando de su memoria. Trabajó en la obscuridad para acomodarse sobre los dos cajones, buscando el calor de la paja.

Mirábala yo compasivo algunas veces, y respondíame ella con una mirada melancólica, que parecía significar: «Ya está la bonanza ahí; ¿ve usted qué desgraciada soy?» Y esto era lo que más me preocupaba aquella noche, cuando tanto y de cuenta propia tenía en qué emplear la imaginación después de lo ocurrido dos horas antes en el aposento de mi tío. ¿No tiene cosas bien inexplicables la pícara condición humana?

Tenía la sospecha de que el cadáver estaba en el foso. Las aguas verdes y tranquilas se habían cerrado misteriosamente sobre esta ofrenda de la noche... Desnoyers adivinó que otra desgracia preocupaba aún más á la madre, pero se mantuvo en púdico silencio.

Sólo reanudaba su marcha con la luz del sol, para ir guiándose por las señales que le habían indicado, evitando el perderse en esta tierra monótona, sin árboles, sin casas, sin ríos, que le pudiesen servir de punto de orientación. Lo que más le preocupaba era la posibilidad de que se levantase de pronto uno de los terribles vientos glaciales que barren la Puna.