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Fuera de esto, era un muchacho encantador; y en caso de duda, bastaba con preguntarlo a su mamá. ¿Quién llevaba con más garbo que él el gabán sin costuras, ancho y deforme como un saco? ¿Quién, en verano, iba más mono con el trajecito de franela y la marinera de paja? ¿Quién daba mejor sombrerazo rígido, moviendo al mismo tiempo la cabeza y levantando un pie?

¿Cuáles son esos motivos admitidos? suspiró la Sarcicourt, ¿es indiscreto preguntarlo? De ningún modo, querida amiga dijo la abuela, ya en pleno buen humor. El padre Tomás, explicando este asunto a mi nieta, los enumeró bastante sumariamente. Voy a tratar de recordarlos para complacer a usted, aunque estoy muy cansada. No se tome usted esa molestia, señora interrumpió la Fontane.

Rióse como un condenado, y palpó la culata del revólver: las cajas de cartuchos estaban en sus bolsillos. Se le ocurrió una pregunta ¿dónde principiaría el drama? En su aturdimiento, no se le había ocurrido preguntarlo á Simoun, pero Simoun le había dicho que se alejase de la calle de Anloague.

Miguel movió la cabeza tristemente. Y has perdido continuó ella ; eso no hay que preguntarlo: se ve en seguida... ¡ jugando!... Pero su extrañeza fué corta. Has jugado por : lo adivino... Te has dicho: «Voy á ganar lo que esa loca pierde; los hombres sabemos más que las mujeres...» ¡Ah, pobrecito mío, pobrecito mío, cómo agradezco tu buen deseo!... ¿Y cuánto fué?...

Y, á propósito, ¿qué son los charros? ¿No se diferencian del resto de los españoles más que en la ropa? ¿Constituyen raza aparte? ¿Tienen alguna organización social íntima y secreta? Yo no lo , ni me he acordado de preguntarlo en Madrid á personas más leídas ó instruídas que yo.

Después de vagar por las regiones más solitarias del bosque largo rato, entró distraídamente por los prados; descendió lentamente hasta cierto sitio donde había algunos obreros abriendo una zanja profunda para desecar el terreno. Allí supo, sin preguntarlo, que el conde, después de estar un rato mirando la obra, se había marchado.

La señora llegó a eso de la una, un poco sofocada. «Muy malita la pobre» dijo adelantándose a su marido, que ya tenía la boca abierta para preguntarlo por la hermana de Cucúrbitas. Y se encerró en el Camón para quitarse el velo y cambiar de vestido.

El mismo dia que llegué á Venecia, chocóme, y lo pregunté, porqué las airosas góndolas que recorren las calles están vestidas de luto, con bayetas negras. Yo, con mi carácter exaltado, supuse, ántes de preguntarlo, que seria una manifestacion de luto nacional por la pérdida de la independencia; halagué esta idea, y temí que no fuera cierto mi pensamiento, y en verdad no lo era.

¿Y tienes la desfachatez de preguntarlo? dice ella afectando cierto despecho; acuérdate de la fiesta de los cazadores, hace tres años. Las muchachas contaban de ti cosas maravillosas; decían que eras encantador, que las llevabas muy bien bailando, ni muy sueltas ni muy apretadas; que eras un mozo arrogante. Esto bien lo veía yo ¿pero para qué me servía?

Al pronunciar estas palabras, me decía a mi mismo que él me había hecho perder mucho más, impidiéndome oír el resto de la conversación, porque las dos jóvenes acababan de levantar el campo. Seguí con la mirada a una de ellas, que ya me tenía cautivado. Sentía grandes, deseos de saber su nombre, y no me atrevía a preguntarlo.