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Por cuya razon, si se nos pregunta qué sucederia en caso que Dios quitase todo el cuerpo que hay en un vaso, sin permitir que entrase otro, responderemos que los lados de este vaso se encontrarian tan cercanos, que se tocarian inmediatamente.

Y el pobre gigante de los ojos encarnados, en vez de desdeñar la pregunta impertinente de su interlocutor, contestaba con amabilidad: Bart arratzean amaiquetan Zurriyolaco arroquetan.

¡Dorotea! ¿Os ama tanto como yo vuestra mujer? ¡Oh, qué pregunta! Es que yo quiero, es que yo deseo que os ame, no más que yo, porque eso es imposible, sino tanto; yo bien que siendo vuestra esposa, será digna de serlo... ¡Oh, ! ¿Y quién es? ¿La conozco yo? Decidme su nombre.

¿Ónde está la carne? pregunta, al cabo, con voz ronca el pescador. La carne... tartamudea su mujer, como ya estaba cerrada la tabla cuando fuí á buscarla, no la traje. ¿El dinero?... el dinero... en la faltriquera. Á ver el dinero, digo, ¡pronto! La interpelada saca, temblando, unos cuartos de su faltriquera, y sin abrir toda la mano, se los enseña á su marido.

¡Qué horror! ¿Y usted pregunta dónde está? ¡La hemos arrojado, la hemos echado! dijo Paz, con expresión de venganzasatisfecha. ¿Habíamos de consentir aquí semejante monstruo? ¡Qué degradación! ¡Y en esta casa! exclamó Salomé, poniéndose ambas manos sobre la cara. Señor, ¿qué expiación es esta? ¿Qué pecado hemos cometido? ¿Y dónde está? ¿Que dónde está? ¿Qué yo? La hemos arrojado.

Clara sentada en un diván tenía al niño en sus brazos mientras aquél a su lado se esforzaba en hacer reír al pequeñuelo retozando con él. El criado se presentó. Una señora pregunta por los señoritos. ¿Quién es? ¿Ha dado su nombre? No, señor. Ha dicho que es de confianza y quiere darles una sorpresa. Tristán quedó un momento vacilante.

Aproximóse al grupo el jinete, y repitió la consabida pregunta: ¿Pueden ustedes decirme si voy bien para casa del señor marqués de Ulloa? El cazador alto se volvió hacia los demás, con familiaridad y dominio.

Hizo la pregunta cruzándose de brazos, y Guillermina después de vacilar, le dijo: «Vaya si lo es. Y Cristo nos enseña que no debemos tomarnos la justicia por nuestra mano, pues Dios castiga sin palo ni piedra, y

En tanto don Álvaro le estaba refiriendo a Ana la misma historia que ella había oído ya a Visita, aunque en forma muy distinta. No había podido la Regenta resistir a la tentación de preguntarle si se había divertido mucho aquel verano.... Mesía vio el cielo abierto en aquella pregunta.

Aparecen de improviso en aquel recinto dos negras y siniestras figuras, las de aquellos dos mineros que ya conocemos, Plutón y Joyana. Flora da un grito penetrante y corre desalada por la margen del riachuelo. Demetria queda inmóvil y pálida y clavándoles una mirada colérica les pregunta: ¿Quiénes sois y qué venís á hacer aquí?