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El presidente del tribunal, un hombre pequeñito que habla con pretensión florida, recién afeitado y de piel sonrosada, con unos ojos brillantes y siempre inquietos; el secretario general de la prefectura, alto, de anchas espaldas, tieso siempre, como orgulloso de los triunfos que le valía su voz de barítono; el segundo inspector, moreno, de grandes cejas, con los bigotes como de cepillo, con los cabellos cortados según la ordenanza, presentaba el tipo completo del forestal a la manera antigua, feo como un jabalí y rugoso como un roble.

El jefe del Estado se instalaba en la Prefectura, los ministerios quedaban establecidos en escuelas y museos; dos teatros eran habilitados para las futuras reuniones del Senado y la Cámara popular. Julio encontró un hotel sórdido y equívoco en el fondo de un callejón humedecido constantemente por los transeúntes. Un amorcillo adornaba los cristales de la puerta.

Era jefe de negociado en la prefectura de policía. La señora Chermidy le sirvió con sus propias manos una taza de te, al mismo tiempo que le dirigía una sonrisa inefable. Conversó largo tiempo con él, le obligó a agotar su repertorio y oyó con el mayor interés cuanto le plugo contarle.

Y los del gobierno prometían á su colega en el foro un aviso oportuno para que asistiese al cumplimiento de la sentencia. Eran las tres de la madrugada y estaba en lo mejor de su sueño, cuando le despertaron unos enviados de la Prefectura de Policía. El fusilamiento iba á realizarse al amanecer: era una decisión tomada á última hora, para que los periodistas se enterasen tarde del suceso.

Por una calle más alta, que ya se había inundado también, navegaba una canoa, larga y chata; traía hombres y mujeres casi desnudos, salvados por marineros de la Prefectura. Iban echados sobre fardos de ropa y miraban mudos la llanura de agua que se perdía hacia la campaña del sur. Aquella escena, en un silencio mortal, hacía la impresión del diluvio bíblico. ¿Y la iglesia? preguntó Adriana.

Dispénsame, pero los periódicas han dado la noticia de tu llegada... Y habríamos dejado agraviadas a todas nuestras relaciones si les hubiésemos quitado el placer de estar y de hablar contigo algunas horas... No tienes idea, amigo mío, de las suspicacias provinciales... Por otra parte, no seremos muchos... Estarán el presidente del tribunal, el secretario general de la prefectura, un segundo inspector y su esposa... y nadie más.