United States or Hungary ? Vote for the TOP Country of the Week !


Y, sin vacilar, con arranque feroz, alzó el puñal con la otra y clavó de un golpe ambas sobre la mesa. Las mujeres lanzaron un grito de terror. Los hombres nos precipitamos a socorrerlos. Algunos salieron en busca de auxilio. En un instante llenose nuestro cenador de gente. De las heridas brotaban abundantes chorros de sangre, que manchaban los pañuelos que les aplicábamos.

En el juicio que algunos hacen de los libros sucede lo mismo, porque tal proposicion, que por sola puede parecer mala, acompañada con toda la serie de principios y razonamientos con que está conexâ, es sanísima. De otro modo precipitamos el juicio, haciendo de un hecho particular una razon universal.

Clavamos espuelas y dando vuelta a la casa nos precipitamos sobre aquellos bribones. Sarto me dijo después que había matado a uno y lo creí, pero por lo pronto lo perdí de vista. Lo que es que de un tajo le abrí la cabeza a uno de los jinetes, que cayó al suelo. Entonces me hallé frente a frente de un mocetón y vi también que a mi derecha quedaba otro enemigo.

La puerta cedió sin resistencia y entramos en la habitación donde habíamos cenado la noche anterior, en la que se veían aún los restos de la cena y numerosas botellas vacías. ¡Adelante! exclamó Sarto, que por primera vez parecía próximo a perder su maravillosa serenidad. Nos precipitamos por el corredor en dirección a la entrada del sótano. La puerta de la carbonera estaba abierta de par en par.

Sin embargo, hoy se invoca aún por cierta escuela la moralidad de aquellos tiempos. Cierta escuela grita aterrada que tocamos ya un período disolvente, que nos precipitamos por instantes en un abismo de perdicion. La escuela á que me refiero dice bien: corremos por instantes á la disolucion.... de dicha escuela. A las once en punto entraba en el patio del hotel de Feydeau.

Nos precipitamos todos a la proa, temiendo que las aguas se rompiesen con estruendo en el filo del buque, como hemos notado en puntos donde la corriente era menor. Nos chasqueamos; no hay fenómeno exterior, a no ser la lentitud de la marcha, que revele encontrarnos en el seno de aquel torbellino. ¡Bah! ¡cuestión de treinta o cuarenta libras más de vapor! dice el capitán.

Así vemos que Ariston ha faltado en una cosa, ó no se ha desempeñado bien en un asunto, y luego le tenemos por un hombre inútil para todos los negocios. Nunca precipitamos mas el juicio, que quando nos dexamos dominar de alguna pasion, y esto se observa en casi todas las disputas, en que no se tiene por fin el descubrimiento de la verdad, sino la vanagloria.

A la hora de marcha, se oye la campana del práctico, la máquina se detiene y los contramaestres a proa comienzan a sondar. El Antioquía necesita para pasar cinco pies y medio por lo menos. Nos precipitamos todos ansiosos a proa y tendemos ávidamente el oído a los gritos de los sondeadores: «¡No hay fondo!» ¡Nueve pies! ¡Ocho escasos! ¡Seis largos!