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Aplaudes, sin duda, su propósito, que yo no comprendo. PRATYAPATI. Hasta cierto punto pienso como él; pero su propósito es audaz, me parece irrealizable, y por audaz e irrealizable no le aplaudo. Si él estuviese llamado, como cree, a ser el libertador de los hombres, yo vería y haría con gusto cuantos sacrificios hay que hacer para lograrlo.

PRATYAPATI. Porque Amor no fue libre. Como del sol brotan los rayos, como el agua mana de la fuente, así de Amor brotó y manó la vida. Sólo movido de compasión sublime, en virtud de un esfuerzo superior a lo humano y a lo divino, recogiéndose en con abstracción portentosa, logrará Amor recoger también en la vida y darle quietud eterna. GOPA. Veo que piensas como Sidarta.

Arrastrados en la perpetua corriente, mudamos de forma, pero no de esencia, la cual renace o reaparece siempre para el dolor. En este sentido, los dioses, los asuras y los hombres son igualmente inmortales. GOPA. ¿Y no hay ningún dichoso? PRATYAPATI. Ninguno. La infelicidad es la primera condición de la vida. GOPA. ¿Y por qué Amor creó la vida, y la infelicidad con ella?

PRATYAPATI. Quiero decírtelo, aunque sea dura contigo. No; no le amas, ya que estaba en tu mano detenerle y le dejaste partir. GOPA.

Si no lo repugnas, ya que no a la mujer querida, concede el último favor a la madre de tu hijo. Sella mi rostro con tus labios. Gopa le estrecha en sus brazos y le besa también. Sidarta se desprende de ella con suavidad y huye. Sigue la escena en la ciudad de Capilavastu: 593 años antes de Cristo. Es de día. La misma cámara del tálamo. GOPA y PRATYAPATI.

La escena es en la ciudad de Capilavastu: 593 años antes de Cristo. Interior del magnífico palacio del Príncipe Sidarta. Es de noche. Cámara del tálamo, iluminada por una lámpara de oro. PRATYAPATI. Los más vigilantes siervos del rey Sudonán rondan en torno de este palacio. Las puertas de la ciudad están defendidas. No se irá. Es menester que no se vaya. Sin él ¿qué será de nosotras?

No , no comprendo el propósito de Sidarta; pero y comprendo que será bueno su propósito, y que le logrará, si quiere. Si para que le logre he de hacer yo el mayor sacrificio, pronta estoy a hacerle. PRATYAPATI. ¡Oh desventurada y débil mujer! ¿Qué mísera resignación es la tuya?

Su noble cabeza jamás reposa tranquila sobre mi seno. Ya no me ama. Me juzga indigna de su cariño. PRATYAPATI. No te atormentes, ¡oh Gopa! Sidarta te ama. Para él eres el ser predilecto entre todos los seres. Pero de amor nace su pena. Amor es su martirio. Amor le devora, creando en su alma una piedad infinita, que no consiente ni deleite, ni goce, ni paz tan sólo.

PRATYAPATI. ¡Pero Sidarta será el Buda libertador de los hombres! GOPA. Jamás el Buda valdrá para lo que Sidarta valía. Reniego de la libertad que el Buda me , y la trueco mil veces por la esclavitud con que Sidarta me esclavizaba.

Se diría que Sidarta es la encarnación, el avatar de Amor, que llora y lamenta haber creado la vida; que padece en cuanto todo ser que tiene vida padece, y que anhela retrotraer la vida a la nada para que el padecimiento acabe. GOPA. Efímera es la vida: el padecimiento que de ella nace debe de serlo también. PRATYAPATI. No, Gopa; la vida no tiene término. La muerte es cambio, no fin.