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El tiempo, la ocasion, el oportuno Lugar correspondian al efeto, Juntos y por solo cada uno. Dos horas dormí, y mas á lo discreto, Sin que imaginaciones ni vapores El celebro tuviesen inquieto. La suelta fantasia entre mil flores Me puso de un pradillo, que exhalaba De Pancaya y Sabea los olores.

Frente á este feo edificio, y entre él y los carriles ó rodadas de la calle, había una especie de pradillo en que crecían en abundancia la bardana y otras malas hierbas por el estilo, que evidentemente encontraron terreno apropiado en un sitio que ya había producido la negra flor común á una sociedad civilizada, la cárcel.

El pradillo frente á la cárcel, del cual hemos hecho mención, se hallaba ocupado hace unos doscientos años, en una mañana de verano, por un gran número de habitantes de Boston, todos con las miradas dirigidas á la puerta de madera de roble con puntas de hierro.

Recordaba la obscura selva con su pradillo solitario, y el amor y la angustia de que había sido testigo; y el tronco mohoso del árbol donde, sentados, asidos de las manos, mezclaron sus tristes y apasionadas palabras al murmullo melancólico del arroyuelo. ¡Cuán profundo conocimiento adquirieron entonces de lo que eran en realidad uno y otro! ¿Y era éste el mismo hombre?

Soy de ese parecer dijo el Cojuelo : tendamos la raspa en este pradillo junto a este arroyo, espejo donde se están tocando las estrellas, porque aguardan a la madrugada visita del sol, Gran Turco de todas esas señoras.

En estos y otros razonamientos iban los andantes, caballero y escudero, cuando vieron, habiendo andado poco más de una legua, que encima de la yerba de un pradillo verde, encima de sus capas, estaban comiendo hasta una docena de hombres, vestidos de labradores.

Por los flancos de granito de la montaña, sembrados de mica que relucía, bajaba desatado un torrente espumoso; y entre el matiz sombrío de los encinares asomaba un pradillo, de tonos pálidos de hierba temprana, donde pacía un rebaño de ovejas, cuyos blancos cuerpos constelaban la alfombra verde como enormes copos de algodón.

En su testamento puso la extraña cláusula de que su cadáver había de inhumarse en un sepulcro ignominioso, en el Pradillo de los ajusticiados.