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Nada mas risueño, mas poético y pintoresco que aquellos vallecitos regados por el Ebro casi en sus fuentes, surcados de arroyos cristalinos que forman á veces miniaturas de lagos, poblados de lindos grupos de álamos, encinas y sáuces, y cubiertos de graciosas sementeras que hacen un juego encantador con las casitas rústicas, las verdes praderitas y las colinas de planos inclinados.

A poca distancia de la cumbre del Rigi demora en medio de bosques y praderitas muy accidentadas el famoso hospicio de Nuestra-Señora, muy venerado por los milagros que á la Vírgen de las Nieves se le atribuyen y habitado por tres ó cuatro frailes.

Otras, ensanchándose el abra para producir los mas preciosos vallecitos, el rio murmura dulcemente sobre un lecho de guijarros de colores, entre hileras de álamos blancos y árboles frutales, regando risueñas praderitas y sementeras, en cuyo fondo se destacan sobre ondulantes planos inclinados las casas pintorescas de los campesinos.

Recorriendo á pié las praderitas de Lungern, por en medio de graciosas casitas y cortijos, nos sentímos atraidos por un pequeño paisaje encantador, digno de fijar el pincel del mejor artista.

Verdes praderitas alternan con tupidos bosques de abetos corpulentos; ásperos derrumbes se nuestran al lado de rocas perpendiculares y estupendas que parecen de una sola pieza, y magníficas estratificaciones, mas ó ménos desnudas, unas horizontales y de capas delgadas, otras inclinadas en diversos sentidos y compuestas de poderosos bancos.

Así, despues de llenar completamente el lindo vallecito, la ciudad se extiende en dispersos arrabales sumamente graciosos, que trepan por los flancos de los collados y se esparcen en las praderitas bajo las bóvedas que forman innumerables árboles frutales ó de adorno. La capital numera 14,522 habitantes, de los cuales unos 10,000 reformados.

El aire estaba impregnado de los mas ricos perfumes; los matorrales de helechos sacudian sus húmedas melenas sobre las alas de la brisa, y al concierto de rumores salvajes que se alzaba del seno de las profundas ramblas ó torrentes se juntaba el ruido de las campanillas que agitaban las vacas y las cabras, al vagar por las entrecortadas praderitas de la montaña, devorando con avidez y delicia la grama humedecida.

Nada mas apacible y gracioso en su género que el vallecito de Lungern, rodeado de muy altas montañas por tres lados, como una calle sin salida, y cuyas praderitas verdes y lustrosas se encuadran maravillosamente en el marco sombrío de los bosques de abetos surcados por algunos derrumbes.

Mas abajo se encuentra el lago, de un kilómetro de longitud ó poco mas, y unos 250 metros de anchura, cuya graciosa cuenca formada por peñascos está rodeada de praderitas y cortijos. El lago de Alpnach, que en otro tiempo estuvo, sin duda, completamente aislado, ha degenerado en golfo del de los Cuatro-Cantones.

En toda esa sucesion, de planicies, valles y colinas ó pequeñas montañas, cuyo conjunto parece formar un inmenso jardin ó parque inglés, alternan en la mas graciosa armonía limpios arroyos saltadores, perdiéndose en medio de rocas hundidas entre abismos de verdura; espesos bosques de abetos, hayas y encinas, á veces de tan admirable regularidad natural, que parecen como decoraciones de ópera en un teatro sin límites; lustrosas praderitas sobre cuyas alfombras hacen contraste en algunos puntos los terraplenes y puentes de un ferrocarril; alegres cortijos que se muestran á la vera del camino, casi invadidos por las bóvedas umbrías de los bosques de abetos; en fin, numerosas casas rústicas trepadas sobre las lomas, en medio de hortalizas, árboles frutales, plantaciones de cereales y rebaños de ganados diversos, redondos y lustrosos como las lindas lomas en que pacen.